En noviembre de 1974, un importante descubrimiento en Etiopía revolucionó nuestra comprensión de los orígenes humanos: los restos fosilizados de una joven, apodada Lucy, fueron desenterrados por un equipo dirigido por el paleoantropólogo Donald Johanson. Este esqueleto, que data de hace 3,2 millones de años, es uno de los más completos jamás descubiertos de una especie humana antigua, laAustralopithecus afarensis. Desde entonces, Lucy se ha convertido en un icono de la ciencia. Pero más allá de su importancia para el estudio de la evolución, ¿qué sabemos sobre los últimos momentos de su vida? Gracias a los descubrimientos de los investigadores, hoy podemos esbozar el cuadro fascinante y trágico de su último día.
Una vida cotidiana peligrosa en la sabana
La sabana etíope, hace 3,2 millones de años, era un entorno exigente e impredecible. Además de los depredadores, como los grandes felinos y los cocodrilos, Lucy también tuvo que afrontar los peligros de un clima fluctuante que alternaba períodos de sequía y precipitaciones violentas. Estas condiciones extremas obligaron a Australopithecus afarensis adaptarse constantemente encontrando variadas fuentes de agua y alimentos.
Su pequeño tamaño, aunque limitaba sus posibilidades de defensa física, le permitía cierta agilidad, valiosa para escapar de los depredadores o trepar rápidamente a los árboles. Estos refugios arbóreos eran imprescindibles, especialmente durante las noches, cuando el terreno se volvía especialmente peligroso.
Además, su anatomía revela un compromiso fascinante. entre bipedalismo y capacidades arbóreas. Al caminar sobre dos piernas, Lucy podía monitorear su entorno a la altura de los ojos y viajar largas distancias en busca de alimento, una ventaja en hábitats variados. Sin embargo, su capacidad para trepar también atestigua la importancia de los árboles como santuarios y fuentes de alimento.
Una vida social y familiar rudimentaria
las comunidades deAustralopithecus afarensis operado de acuerdo con patrones sociales que, aunque rudimentarios en comparación con los de los humanos modernos, probablemente eran esenciales para su supervivencia. El tamaño relativamente pequeño de estos grupos permitió un equilibrio entre protección y movilidad. De hecho, una comunidad demasiado grande habría sido difícil de alimentar, mientras que un grupo demasiado pequeño habría aumentado los riesgos de los depredadores.
Es posible que Lucy haya establecido vínculos estrechos con ciertos miembros de su grupo, como parientes o aliadas. Las observaciones de los primates modernos también sugieren comportamientos sociales, como el acicalamiento o el compartir ocasionalmente alimentos, aunque difíciles de probar para su especie. Por lo tanto, estas interacciones podrían reflejar la primeros signos de una cooperación social más avanzada.
Los jóvenes debían ocupar un lugar central en la vida del grupo. Si Lucy hubiera tenido un hijo, probablemente se habría beneficiado de asistencia comunitaria ocasional, un posible precursor de los sistemas de ayuda mutua que caracterizaron a los homínidos posteriores. La pequeña diferencia de tamaño entre machos y hembras, relativamente rara entre los primates, también podría indicar una organización social más igualitaria de lo esperado.
¿Una muerte junto al agua?
Dos teorías principales intentan explicar las circunstancias de su muerte. El primero, propuesto por Donald Johanson, sugiere que Lucy habría sido atacado por un gran depredador. De este modo, habría comenzado su último día como los demás, probablemente despertando en un nido de ramas construido en un árbol. Después de una noche resguardada de los depredadores nocturnos, habría bajado para unirse a los miembros de su grupo e ir en busca de comida. Imaginamos que pudo haberse encontrado sola o en un pequeño grupo mientras se acercaba a la orilla de un lago o río para beber o explorar los alrededores. Luego, Lucy supuestamente fue atacada por un cocodrilo. Una marca de diente en su pelvis, sin curar, indica una herida infligida justo antes o después de su muerte, tal vez por un animal en busca de presa.
La segunda teoría, desarrollada en 2016, propone sin embargo un final diferente: una caer de un árbol. Las fracturas observadas en hombro, costillas y rodillas indican un impacto violento compatible con una caída desde una altura considerable. Tal vez cansada después de un día agotador, Lucy se había quedado dormida en una rama y perdió el equilibrio. De hecho, los árboles eran a la vez refugios y lugares de riesgo. Una caída fatal desde esta altura habría resultado en una breve pero intensa agonía.
La soledad de los últimos momentos.
En los momentos posteriores a su lesión o caída, Lucy habría estado en una situación desesperada. Su aparente aislamiento podría reflejar una separación temporal de su grupo, tal vez durante una exploración en solitario o en grupos pequeños. Otra posibilidad es que se quedó sola después del accidente y su condición impidió que otros permanecieran a su lado por más tiempo.
Los comportamientos de los primates modernos ofrecen paralelos intrigantes. En los chimpancés, por ejemplo, los miembros de un grupo suelen examinar a un congénere moribundo o fallecido mostrando gestos atentos que sugieren una comprensión primitiva de la muerte. Entre Lucy y su familia, tales comportamientos podrían haber existido, aunque eran limitado por una prioridad a la supervivencia colectiva.
Si su grupo la hubiera abandonado, esta elección habría sido pragmático, dictado por las implacables leyes de la selección natural. Sin embargo, la simple idea de que sus compañeros hayan podido observar su muerte, aunque sea brevemente, añade una dimensión conmovedora a esta escena final.