Actualmente se encuentran en todas las secciones de frutas y verduras de los supermercados. Las clementinas llegaron a principios de noviembre y estarán presentes hasta enero. Los puedes encontrar a todos los precios, pero ojo, la calidad no siempre está ahí.
Es temporada de clementinas. Presentes en las estanterías desde principios de noviembre, estarán en nuestras mesas hasta enero. Y a pesar de su corta temporada, son una de las frutas más consumidas en Francia. Comemos 4,2 kg al año por persona.
Pero en los lineales los precios pueden ir desde simples hasta el doble dependiendo del origen y la calidad. Para elegirlos correctamente, debes prestar atención tanto al etiquetado que los acompaña como a su apariencia. RMC Conso lo explica.
Favorecer el origen francés
El origen es uno de los primeros criterios para elegir a los franceses cuando se trata de frutas y verduras, junto con la calidad. Elegir frutas y verduras locales no sólo garantiza una cierta frescura sino que también apoya la soberanía agrícola.
Si quieres comprar clementinas francesas, busca información sobre el origen: está necesariamente indicado para frutas y verduras frescas. Casi todas las clementinas francesas proceden de una única región: Córcega. Su clima templado entre mar y montaña ofrece condiciones ideales para su producción.
La lectura de los carteles y etiquetas te dará un segundo dato muy importante: ¿las clementinas han sido sometidas a un tratamiento poscosecha? Esta declaración es obligatoria para los cítricos.
A menudo se trata de tratamientos fungicidas, para prevenir el desarrollo de bacterias y moho en la fruta y garantizar una conservación más prolongada. Algunos de estos tratamientos, que son tóxicos, están prohibidos en Francia, pero en España se utilizan y están autorizados en frutas importadas.
Si eliges clementinas de Córcega, no hay ningún riesgo: para ellas no están autorizados los tratamientos poscosecha.
Señales visuales de calidad
Tenga cuidado, sin embargo, con posibles fraudes en el origen. Para asegurarse de comprar clementinas de Córcega, varias pistas visuales pueden ayudarle.
“Nuestras clementinas deben haber mantenido sus hojas muy verdes, lo que es señal de frescura. Las cosechamos el lunes, las clasificamos el martes y el jueves están en los lineales”, explica Vincent Marcadal, productor de clementinas de Córcega contactado. por RMC Conso.
No pasan más de tres o cuatro días entre la cosecha y la colocación en los lineales.
Tiene lo que llamamos un “culo verde”: se refiere a la presencia de verde en el ápice del fruto. Esto no quiere decir que no esté maduro, al contrario. Este color generalmente sigue presente al inicio de la temporada, debido a la suavidad de las noches (las clementinas adquieren un color completamente anaranjado cuando hay una fuerte diferencia de temperatura entre el día y la noche).
La clementina corsa no tiene semillas ni tampoco clementina. En realidad, se trata de una fruta resultante del cruce entre la mandarina y la naranja. Por tanto, es “estéril” y no produce semillas.
El doble de caro
Lo que también distingue a la clementina corsa de sus primas españolas o marroquíes es, evidentemente, su precio. Alrededor de cuatro o cinco euros el kilo, cuesta el doble. Esto puede explicarse por tres razones.
El primero es su escasez: la producción sólo cubre el 15% de nuestro consumo. El resto procede principalmente de España (75%) y en menor medida de Marruecos.
Pero todo lo que es raro es caro. ¿A qué se debe tal rareza? Porque su calidad no permite rentabilidades tan altas como en el exterior.
De hecho, la producción de clementinas corsas se rige por una serie de normas recogidas en un pliego de condiciones que le han permitido obtener la etiqueta IGP (Indicación Geográfica Protegida).
Solicitada por iniciativa de los productores para mantener la excelencia de sus frutos, esta IGP obtenida en 2007 les exige un trabajo minucioso en términos de producción y cosecha.
Para poder comercializarse, las clementinas deben tener un cierto nivel de acidez (ni muy baja ni muy alta), un nivel de azúcar muy concreto, deben ser recolectadas a mano, cuando están maduras, del árbol, con su hoja, etc.
“Estas especificaciones elitistas nos permiten obtener un producto valioso, no recolectamos si tenemos una acidez superior a 1,6, por ejemplo”, explica el productor.
“Esta es también la razón por la que no podemos convertirlo en un producto de consumo masivo: su coste es demasiado alto”.
Mayores costos de producción
En realidad, de esto se deriva la tercera razón que explica su precio: los costes de producción, que son mucho más elevados que en el extranjero. El principal de estos costos es la mano de obra. El salario mínimo es más alto en Francia que en España y Marruecos, y se necesitan muchos más hombres y mujeres para cosechar clementinas a mano que mediante mecanización.
“Para nosotros, un golpe de tijera equivale a una clementina cosechada. Imagínense cuántas se necesitan para cosechar las 37.000 toneladas que estamos planeando para esta temporada”, explica Vincent Marcadal.
Y como los frutos sólo se recogen cuando están maduros en el árbol, la cosecha requiere tres pasadas diferentes, espaciadas con varias semanas de diferencia.
Por el contrario, las frutas importadas se recogen a la vez, lo que hace imposible que todas las clementinas maduren por completo. Para superar este problema, se realiza el enverdecimiento: un gas, llamado etileno, se difunde sobre los frutos y ayuda a acelerar su maduración y coloración.
Aunque el proceso no es tóxico, sí es mucho menos natural y modifica las cualidades organolépticas de las clementinas.