Frente a Trump, Europa está debilitada y dividida. Como era de esperar, algunos líderes europeos se apresuran a viajar a Florida para establecer relaciones especiales con el nuevo presidente estadounidense, con la esperanza de evitar sanciones comerciales. Además, Europa no puede apoyar a Ucrania, ya que esto requeriría un aumento significativo del gasto militar, hasta alrededor del 3% del PIB. La última vez que Francia alcanzó tal nivel fue a finales de los años 1980, hace mucho tiempo.
Desde el punto de vista económico, Europa está en malas condiciones. Muchas fábricas están cerrando en Francia debido al alto coste de la energía, el aumento de los impuestos y la caída de la demanda mundial. Peor aún, Alemania está en problemas. El país no ha experimentado crecimiento en dos años y su alguna vez poderosa industria está en declive.
Los pedidos industriales se desploman: en octubre, el 41,5% de las empresas alemanas declararon falta de pedidos, un récord desde la crisis de 2009. La situación empeora, porque en julio esta cifra era del 39,4%. Casi la mitad de las empresas manufactureras se ven afectadas, especialmente en la construcción de máquinas, la industria metalúrgica y la química. El modelo económico alemán está tambaleándose y la coalición gobernante, que ahora es minoría, corre el riesgo de no durar hasta 2025.
En cambio, a la economía estadounidense le va bien. Nadie espera que la elección de Trump cambie esta dinámica. Se espera que la economía crezca alrededor del 2% el próximo año, en línea con su potencial. Las negociaciones comerciales y las discusiones de la OTAN entre Trump y los líderes europeos no serán buenas para Europa. En esta confrontación, Europa parece estar en una posición débil.
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