Teníamos la impresión de que este crimen salvaje apenas había transcurrido unos meses, tal vez unas semanas, ya que este drama emblemático había permanecido muy cerca de nosotros. De hecho, el 19 de noviembre se cumplirá un año. Thomas, un adolescente de 16 años, asistía a una fiesta en el pueblo de Crépol. Un grupo de “jóvenes” de un barrio “sensible” de Romans-sur-Isère (tenga en cuenta el número de comillas para evitar nombrar cosas), que se habían invitado a la fiesta, no se llevaban muy bien con los jugadores de rugby de campo. Salieron para regresar mejor en coche, mientras la velada estaba en pleno apogeo. Independientemente de lo que dijeran los medios de comunicación y de lo que concluyeran los tribunales durante su investigación preliminar, parece que estos valientes ciudadanos franceses realmente querían “planta blanca”. En cualquier caso, eso es lo que siguen diciendo las familias. Aun así, Thomas, apuñalado hasta la muerte por un asesino que aún no ha sido identificado, murió esa misma noche.
La emoción fue inmensa en toda Francia, aunque molestó a los que estaban en el poder. Basta pensar en un francés “rural” apuñalado gratuitamente, muy probablemente por un representante de la “diversidad”. Había algo alegórico en ello y algo que probablemente generaría historias. Hasta el momento, catorce personas han sido implicadas en el caso, pero la investigación aún no avanza. Lo que avanza, en cambio, es el siniestro recuento de franceses asesinados por personas que no les agradan, precisamente por ser franceses, o incluso “blancos”. Por este motivo, además de un momento en el que quienes vivieron esta tragedia se reunirán discretamente para tratar de curar sus heridas, un colectivo antiinmigración, “Justicia para los nuestros”, anunció una manifestación el 30 de noviembre para conmemorar El asesinato de Tomás. En el texto de su folleto dicen que ven en este asesinato “la encarnación de una Francia marcada por décadas de inmigración”. Evidentemente, dos abogados de los imputados presentaron una denuncia por “incitación al odio”con un argumento imparable: “Este colectivo crea la convicción de que la seguridad pasaría por el rechazo a los inmigrantes. » Aún no sabemos si esta reunión será prohibida o no.
Lo único que sabemos con certeza es que Thomas ya no volverá a salir de fiesta con sus amigos. No más que Nicolas, miembro del mismo club de rugby, asesinado de un tiro en la cabeza, frente a una discoteca de Ardèche, el 1es noviembre pasado. Mientras el asesino de Thomas sigue prófugo, lo único que queda es la consternación de sus allegados y la impotencia de las autoridades públicas. La rarísima valentía de algunos cargos electos (como la alcaldesa de Romans, Marie-Hélène Thoraval) no consigue hacernos olvidar el terrible sentimiento de abandono que sienten muchos franceses ante la violencia de las bandas. Solos frente a las hordas salvajes, encarcelados cuando se defienden, tratados como fascistas cuando exigen que cesen, los ciudadanos de la República no tienen una vida fácil. No sabemos cuántos Tomás o Nicolás serán necesarios para que las cosas finalmente cambien. Mientras tanto, lo que podemos hacer es recordar que este joven murió sin motivo, y asegurar que, por otro lado, no murió en vano…
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