El gobierno mexicano, encabezado por la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, planea presentar un plan estratégico para que Pemex (Petróleos Mexicanos), la petrolera estatal, aborde sus persistentes desafíos operativos y financieros. Este plan, anunciado para el 13 de noviembre, forma parte de una serie de reformas estructurales destinadas a modernizar la empresa y al mismo tiempo atraer inversión privada.
Según Víctor Rodríguez Padilla, director general de Pemex, el objetivo es mantener la producción nacional en 1.8 millones de barriles por día (bpd). Esto sería suficiente para satisfacer las necesidades de las refinerías locales, pero este nivel de producción se ve amenazado por el declive gradual de los principales yacimientos de la empresa, descubiertos hace varias décadas.
Los límites de los contratos de servicios
Desde la década de 1980, Pemex ha dependido en gran medida de contratos de servicios para colaborar con empresas privadas. Sin embargo, los expertos consideran que este modelo es obsoleto porque no fomenta un aumento de la producción. “Los contratos de servicios no son la respuesta”, afirma Miriam Grunstein, investigadora del Instituto Baker de la Universidad Rice. Según ella, este modelo no promueve la eficiencia operativa ni la innovación, al tiempo que aumenta las pérdidas financieras.
Actualmente, Pemex opera aproximadamente 250 campos, 180 de los cuales producen menos de 1.000 barriles por día. Esta situación es insostenible, según Gonzalo Monroy, director general de GMEC en México, quien destaca que estas operaciones deficitarias agravan el endeudamiento de la empresa. Al cierre del tercer trimestre de 2023, Pemex debía a sus proveedores más de $20 mil millones.
Una necesidad urgente de capital privado
Para estabilizar y posiblemente aumentar su producción, Pemex necesitará atraer capital privado a través de asociaciones estructuradas, como “farm-outs” o “farm-ins”. El proyecto Trion, una empresa conjunta con Woodside Energy, es un raro ejemplo de éxito. Ubicado en el Golfo de México, este campo podría agregar 110.000 b/d a la producción nacional una vez que esté en pleno funcionamiento.
Sin embargo, muchos expertos creen que este tipo de iniciativas deberían haberse lanzado hace al menos una década. “La falta de planificación a largo plazo es uno de los problemas más graves que enfrenta el sector energético mexicano”, dice Rosanety Barrios Beltrán, consultora independiente y exfuncionaria responsable de la liberalización energética de 2013.
Un futuro incierto
El futuro de Pemex dependerá de su capacidad para equilibrar la modernización y la cooperación con socios privados. También se están preparando reformas constitucionales, destinadas en particular a eliminar ciertos reguladores independientes. Estas medidas podrían afectar la transparencia y la competitividad en el sector energético, según los observadores.
Mientras tanto, la creciente deuda y la constante disminución de la producción amenazan la viabilidad a largo plazo de la empresa. Las decisiones que se tomen en los próximos meses serán cruciales para determinar si Pemex puede volver a convertirse en un actor clave en la industria petrolera mundial o si seguirá decayendo.