El 23 de junio de 1984 es una fecha que Zinédine Zidane nunca olvidará. Ya porque es su cumpleaños número 12. Luego, porque vivió ese día, en el Vélodrome de Marsella, un momento que marcará para siempre su carrera y su vida.
Esa noche se disputaba la semifinal de la Eurocopa de 1984 entre Francia y Portugal. El futuro campeón del mundo está en el campo como recogepelotas, a un paso de sus ídolos: Jean-François Domergue, Jean Tigana y, por supuesto, Michel Platini. Zidane está en primera fila para presenciar un partido que será uno de los momentos más increíbles del fútbol francés.
Porque la reunión ciertamente resulta ser una auténtica montaña rusa de emociones. Los Bleus de Michel Hidalgo, que perdían 2-1 durante parte de la prórroga, lograron revertir la situación en el último minuto gracias a dos acciones decisivas, incluido un gol de Michel Platini a dos minutos del final.
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Francia ganó 3-2, hasta el final, en un Vélodrome en ebullición. Los gritos de alegría de la afición y el ambiente electrizante serán una auténtica revelación para el joven Zinédine, que ya es un aficionado al fútbol, pero que cuando cumpla 12 años soñará más y se planteará convertirse en profesional.
En los años siguientes, Zidane se empaparía del talento y la técnica de grandes jugadores como Platini y trabajaría incansablemente para perfeccionar su juego. Así ascendería en las filas del fútbol profesional, hasta llegar a ofrecer a Francia, 14 años después, en 1998. , un título con el que ya no se atrevía a soñar: el Mundial.
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