Es un terremoto el que sacude a Alemania: sus tres mayores fabricantes de automóviles están tambaleándose simultáneamente, poniendo en peligro un modelo industrial de más de un siglo de antigüedad.
Las cifras son implacables: -84% de beneficios para BMW, -91% para Audi, miles de puestos de trabajo amenazados en Volkswagen. La industria automovilística alemana, que alguna vez fue el buque insignia de la economía europea, está atravesando su crisis más grave.
La caída es especialmente espectacular en BMW. El fabricante muniqués obtuvo solo 476 millones de euros de beneficios en el tercer trimestre de 2024, frente a los casi 3.000 millones del mismo periodo del año anterior. Una caída vertiginosa que se explica por varios factores: problemas de calidad en los sistemas de frenos suministrados por Continental, pero sobre todo un colapso de las ventas en el mercado chino.
El mercado chino, el talón de Aquiles de los fabricantes alemanes
China, que alguna vez fue El Dorado para los fabricantes alemanes, se ha convertido en su mayor desafío. Ante el ascenso de los fabricantes locales, entre ellos BYD, SAIC, Geely, Nio y Xpeng, y la feroz competencia en materia de precios, las marcas alemanas están perdiendo terreno rápidamente. Audi está intentando un enfoque radical desarrollando una nueva marca eléctrica con el grupo público SAIC, abandonando incluso sus emblemáticos anillos para atraer a los consumidores chinos.
La situación no es mucho mejor para Volkswagen. El grupo Wolfsburgo planea un vasto plan de ahorro de más de 10 mil millones de euros, que incluye medidas drásticas: reducción del 10% de los salarios, congelación de los aumentos hasta 2026 e incluso el posible cierre de fábricas en Emden y Zwickau. Una situación que corre el riesgo de desembocar en un gran conflicto social, y el sindicato IG Metall no descarta huelgas a partir de diciembre de 2024.
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La transición eléctrica, un cambio mal negociado
La transición a lo eléctrico también revela las debilidades estructurales de los fabricantes alemanes. En Audi, el retraso de dos años en el Q6 e-tron ilustra las dificultades para dominar las nuevas tecnologías, en particular el software. BMW, a pesar de un aumento del 10% en sus ventas de vehículos eléctricos, está luchando por mantener sus márgenes en este segmento.
El caso de Audi es especialmente preocupante: sólo en el departamento de desarrollo podrían desaparecer hasta 2.000 puestos de trabajo de 10.000. Una situación que refleja la urgencia de la transformación, pero también las dificultades para mantener los niveles de empleo ante la simplificación de las cadenas de producción eléctrica.
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El grupo dedicado al software de Volkswagen, Cariad, ha acumulado retrasos, frenando la comercialización de sus coches eléctricos. Una debacle que incluso le costó el puesto al ex director general Herbert Diess. Ante este fiasco, VW decidió cambiar radicalmente su estrategia invirtiendo masivamente en la estadounidense Rivian.
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Frente a la competencia china, la revolución eléctrica y los desafíos tecnológicos, es necesario reinventar todo un modelo económico. La cuestión ya no es si los fabricantes alemanes sobrevivirán a esta crisis, sino de qué forma emergerán.
Atrapados entre China y Estados Unidos
Los fabricantes alemanes son los más expuestos a este terremoto de Trump. BMW, Mercedes y Volkswagen tienen un talón de Aquiles: su dependencia del mercado estadounidense premium, donde obtienen una parte crucial de sus ganancias.
Con inversiones colosales de más de 250 mil millones de euros en electricidad, estos grupos contaban con los cómodos márgenes del mercado estadounidense para financiar su transición.
Los aranceles aduaneros prometidos por Donald Trump, que podrían alcanzar el 25% para los europeos, harían que sus coches eléctricos de alta gama fueran casi invendibles en comparación con los Tesla. Tomemos como ejemplo un Mercedes EQS que se vende hoy por 120.000 dólares: su precio saltaría a 150.000 dólares, mientras que el Model S de Tesla se mantendría en 90.000 dólares. Un abismo arancelario que, combinado con la eliminación de las ayudas federales y la preferencia estadounidense por Tesla y los fabricantes tradicionales estadounidenses, podría provocar que sus ventas cayeran un 40% según los analistas. Todo su modelo económico, basado en el lujo eléctrico internacional, está colapsando.
Por último, los derechos de aduana impuestos por la Unión Europea a los coches eléctricos chinos suponen un enorme riesgo para los fabricantes alemanes debido a su fuerte dependencia del mercado chino.
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