En la parroquia de Nuestra Señora de Gracia, en el barrio de La Torre, en las afueras de Valencia (España), voluntarios y vecinos acuden cada día a la iglesia para encontrar comida, utensilios de cocina y también mascarillas para protegerse de los olores nauseabundos. La rápida reacción de los feligreses permitió evacuar el agua y transformar la iglesia en un gigantesco almacén de ayuda, gracias a Protección Civil y el ayuntamiento.
Pero no todas las parroquias tuvieron tanta suerte. Varios de ellos sufrieron las inundaciones. Es el caso de Guadassuar, un pueblo de 6.000 habitantes a unos cuarenta kilómetros al sur de Valencia, donde el padre Joan Sivera, párroco de San Vicente Mártir, está trabajando intensamente: “Tenemos que limpiar la iglesia, donde teníamos casi 10 centímetros de barro, explica. El colegio y la ermita resultaron aún más afectados.» A sus 37 años, desde hace seis años en esta parroquia, el párroco quiere resaltar la solidaridad de todos: “Todos se mezclan, sacerdotes, religiosos, laicos, jóvenes de otros pueblos, se desarrolla una inmensa solidaridad. El sábado pasado tuvimos 150 voluntarios. »
Esta solidaridad ha atravesado a toda la sociedad, creyente o atea. Desde hace una semana, en todas las localidades afectadas, los voluntarios se cruzan en el camino, con los pies en el barro, equipados con escobas o palas. Los agricultores intervienen con sus tractores. En las afueras de Valencia, miles de voluntarios cruzaron este fin de semana los puentes para dirigirse a pie a las localidades afectadas, la única forma de llegar, ya que en muchos lugares todavía es imposible desplazarse en coche.
“Mientras pienses en los demás antes que en ti mismo, todo será posible”
«En cuanto a alimentos y productos de higiene, recibimos mucho. », asegura el padre Sivera. Pero el gigantesco trabajo de limpieza llevará tiempo. A unos quince minutos, en Algemesí (casi 28.000 habitantes), sor Clara Medina Serra, misionera salesiana, contactada por teléfono, maneja su cámara para dar testimonio de lo que la rodea.
Con mascarilla en la nariz para evitar posibles intoxicaciones, acudió desde su comunidad de La Barraca d’Aigües Vives, a unos diez kilómetros de distancia, para echar una mano. Señalando la iglesia de San José Obrero, rodeada por casi medio metro de barro, testifica: “El trabajo en estos momentos es físico. Con jóvenes voluntarios de la Universidad Católica de Valencia estamos limpiando la parroquia donde había más de un metro de agua. »
Una vez limpiado, el edificio debería poder albergar ayuda material. “Se necesitarán al menos tres semanas para limpiar todo.», cree la monja que critica la “falta de coordinación instituciones“. “No voy a empezar a juzgar porque este es el momento de estar con la gente, Sin embargo, la hermana Clara se calma. Sí, hay bronca, pero no quiero centrarme en eso, la emergencia está en otra parte.. Mientras pienses en los demás antes que en ti mismo, todo será posible.»
Acompañamiento espiritual por venir
«La situación sigue complicada», asegura Aurora Aranda, directora de Cáritas Valencia, “Pero nuestros voluntarios ayudan en todas partes y al mismo tiempo tienen que superar las pérdidas de sus seres queridos”. Para el padre Joan Sivera el apoyo espiritual y psicológico tendrá que esperar: “Aún no hemos llegado a ese punto, la emergencia está en otra parte, con la limpieza, testifica el párroco de San Vicente Mártir de Guadassuar. Pero esta última fase será difícil. Tendremos que acompañarlo y esto todavía no lo podemos hacer en nuestra parroquia. Necesitaremos tiempo para volver a la normalidad. »
Trabajo difícil porque «debemos entender que hay personas que lo han perdido todo, su casa, su auto, su negocio. Es difícil, vemos barro, gente llorando en la calle… Las próximas semanas serán cruciales para ver cómo podemos ayudar”. Pero hay esperanza: “Hoy miércoles es el primer día que las calles parecen calles”. explica el sacerdote.