Japón, que durante mucho tiempo ha sido considerado un modelo de estabilidad política, ha entrado en una zona de turbulencia en un momento, cuando menos, inoportuno. Economía lenta a pesar de un ligero repunte, inflación, estancamiento salarial, debilitamiento del yen y, en caso de reelección de Donald Trump en las elecciones presidenciales estadounidenses del 5 de noviembre, un primer ministro en dificultades incapaz de resistir a sus exigencias.
La inestabilidad política que se ha afianzado desde la derrota del Partido Liberal Democrático (PLD) en las elecciones legislativas del 27 de octubre corre el riesgo de comprometer el posicionamiento internacional más asertivo de Japón, iniciado por el Primer Ministro saliente, Fumio Kishida, y de preocupar a los inversores extranjeros que, En los últimos dos años, se han alejado de China para centrar su interés en el archipiélago, que ahora se encuentra sumido en un inusual clima de preocupación.
Por el momento, la situación está bloqueada. Ningún partido tiene mayoría. Ni el PLD y su aliado de centroderecha Komei ni el principal partido de oposición, el Partido Demócrata Constitucional (PDC), a pesar de sus avances en las elecciones. Las alianzas son necesarias antes de la apertura de la nueva sesión parlamentaria extraordinaria que deberá celebrarse dentro de los treinta días siguientes a las elecciones.
Llegar a compromisos
El Primer Ministro, Shigeru Ishiba, que no tiene intención de dimitir a pesar de los llamamientos de una parte del PLD a asumir la responsabilidad de la derrota de su partido, intenta reunir a la decena de cargos electos de las filas de su partido que se habían presentado en la elecciones como independientes y, sobre todo, para obtener el apoyo de uno de los pequeños grupos de la oposición.
Las conversaciones comenzaron con el Partido Democrático Popular (PPD), que cuadruplicó sus escaños (28) y parece dispuesto a desempeñar este papel de apoyo a la coalición PLD-Komei con la que tiene afinidades políticas, buscando al mismo tiempo posicionarse como una tercera vía entre el PLD y el Partido Demócrata Constitucional.
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Desde una posición de fuerza, el presidente del PPD, Yuichiro Tamaki, se muestra exigente: anunció que no se uniría a la coalición PLD-Komei pero que estaba dispuesto a cooperar poco a poco con ella. Este apoyo condicional conducirá a negociaciones laboriosas para llegar a compromisos, particularmente en cuestiones económicas que corren el riesgo de ralentizar el proceso de toma de decisiones y retrasar las reformas estructurales para escapar de la deflación.
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