El gobierno ucraniano está pidiendo desesperadamente permiso a la Casa Blanca para utilizar misiles estadounidenses y británicos para poder atacar objetivos dentro de Rusia y limitar así los bombardeos rusos sobre ciudades ucranianas. Por muy legítima que sea, esta petición es también, y tal vez incluso principalmente, la consecuencia de la angustiosa incapacidad de toda Europa para producir armas para su propia defensa que puedan prescindir de las tecnologías estadounidenses; en este caso, sistemas de guiado. Y cuando es capaz de hacerlo, como en el caso del misil alemán Taurus, tiene miedo de utilizarlo.
Aunque los líderes políticos europeos tienen la boca llena de independencia estratégica y geopolítica, tuve otra confirmación del grado de dependencia de Europa de Estados Unidos durante el Foro de Seguridad de Varsovia, una gran conferencia de seguridad internacional celebrada en la capital polaca a principios de octubre. Ya sea en público, en el podio o entre bastidores, no se produjo ni un solo debate sin hacer referencia a las elecciones presidenciales estadounidenses y a la necesidad de esperar el resultado antes de tomar decisiones más fundamentales.
Sin embargo, son muchos los expertos que afirman -y no sólo en esta conferencia- que, proporcionalmente al declive de la influencia estadounidense en el mundo, el aislacionismo de Estados Unidos, del que el candidato republicano, Donald Trump, es la manifestación extrema, ha seguido creciendo durante varias décadas. Pero en Europa es como si nadie tuviera realmente en cuenta esta realidad.
El futuro de Ucrania y la OTAN
Basta recordar algunos puntos para tomar conciencia de este desafío.
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