DDurante tres décadas, los científicos han estado advirtiendo sobre un aumento de los desastres, amplificados por fenómenos climáticos cada vez más violentos. Las recientes inundaciones que devastaron Valencia, España, con su parte de vidas perdidas y barrios sumergidos bajo el agua, confirman trágicamente estas predicciones.
Cada año vemos su procesión de tragedias humanas y destrucción material, que afectan principalmente a los más vulnerables. Estos acontecimientos subrayan la urgencia de dar respuestas apropiadas a crisis cada vez mayores.
En ese contexto, en el que reina la incertidumbre, el concepto de “crisis” parece sustituir al de “riesgo”. La crisis ya no aparece como una simple manifestación de riesgo, que podría modelarse y anticiparse, sino como un fenómeno a veces confuso.
Una prioridad: adaptarse
Sin sus bases sociopolíticas y matemáticas, el sistema de seguros llega a sus límites: proteger a las poblaciones más expuestas se vuelve cada vez más complejo. Por ejemplo, en algunas regiones del mundo, los seguros de propiedad se están volviendo inasequibles ante la frecuencia de las catástrofes.
En este contexto, la adaptación se convierte en una prioridad para limitar los daños, mientras que la resiliencia es esencial para fortalecer a las comunidades ante las crisis repetidas. Ya no es sólo una cuestión de técnica, sino de justicia social y equidad en el acceso a la protección.
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Sin embargo, esta situación tensa, acentuada por la fuerte emoción de las víctimas, conduce en ocasiones a decisiones difíciles de mantener a largo plazo. En lugar de soluciones inmediatas, resulta esencial adoptar un enfoque holístico, que vaya más allá de las respuestas superficiales.
Por ejemplo, el aumento de las primas adicionales por desastres naturales, anunciado en 2024, tiene como objetivo estabilizar un déficit que existe desde hace muchos años, pero no aborda las causas profundas. Para prepararse para los desafíos, se vuelve esencial analizar estas causas, con el fin de recuperar una capacidad real de previsión y fortalecer el sistema.
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Cuando se trata de desastres, el clima es sólo un factor entre otros. Las poblaciones y los territorios no son iguales ante la amenaza climática: la vulnerabilidad varía según numerosos parámetros geográficos, demográficos y políticos. Las inconsistencias en la prevención, la planificación del uso del suelo y la resiliencia agravan esta disparidad.
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