Al buscar en su buzón de correo, Chloe Chen encontró fácilmente varias de estas ofertas de trabajo. El taiwanés de 43 años los recibe al menos cada tres meses. “¿Consideraría considerar nuevas oportunidades? » ; “Buscamos a alguien con tu experiencia”lee el ingeniero. Todas las solicitudes provienen de agencias de contratación encargadas por Huawei, el campeón de las telecomunicaciones chinas. “Nunca respondo”dijo.
El trabajo de este especialista en empaquetado de microchips se ha vuelto estratégico a medida que los semiconductores alcanzan el reino de lo infinitamente pequeño. Este antiguo miembro del gigante del sector TSMC, la empresa más importante de Taiwán y una de las más importantes para Occidente, está actualmente empleado por un grupo estadounidense que produce en la isla. A pesar de las llamadas del competidor chino, le resulta más atractivo trabajar para las industrias taiwanesa y estadounidense.
Se arriesgaría a dejar de ser contratada por estos grupos si se mudara al otro lado del Estrecho de Taiwán, o incluso algo peor. La oficina de investigación judicial taiwanesa, responsable de las cuestiones de seguridad nacional, ha intensificado sus investigaciones en los últimos años: las empresas se presentan, por ejemplo, como empresas de análisis de datos, para, en realidad, reclutar talentos taiwaneses en microchips, con salarios a veces triples. veces superiores a los practicados. ¿La idea? Robar secretos comerciales de empleadores anteriores, en beneficio de China.
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Al final de los estudios de Chloe Chen, en 2005, los transistores de los chips más eficientes fueron grabados a 65 nanómetros (nm). Hoy en día, con el progreso tecnológico, la producción de prueba de semiconductores de última generación, grabados en 2 nm, ya ha comenzado en el Parque Industrial de Hsinchu, en el noroeste de Taiwán. Su fabricación en masa se iniciará en 2025 en uno de estos sitios ultrasofisticados, llamado “Fab 20”. Equiparán los futuros iPhone 17, los nuevos chips de inteligencia artificial de Nvidia, y probablemente también tendrán aplicaciones militares.
El diseño de los chips se desarrolla en Estados Unidos, pero la producción la subcontrata TSMC, que trabaja para más de 400 clientes, lo que le permite realizar las colosales inversiones necesarias para cada nueva generación de chips. Las máquinas de última generación, que sólo la ASML holandesa puede suministrar, cuestan hasta 350 millones de euros. A cambio, TSMC compartimenta los proyectos para proteger los secretos comerciales y garantiza que un empleado individual no tenga acceso a demasiada información.
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