Cada vez más, batiendo récords, Ucrania sigue golpeando las refinerías rusas y demuestra que Estados Unidos está equivocado

Golpear a Rusia en el bolsillo y, por tanto, atacar sus instalaciones de petróleo o gas, es uno de los principales ejes de la estrategia ucraniana. Porque sobre el terreno, el país sigue sufriendo contra una Rusia que presiona antes de que la ayuda occidental llegue en masa a las tropas ucranianas en sus tambaleantes frentes. Kiev se enfrenta desde hace varios días a un intento de incursión desde su frontera norte.

Esto podría marcar el inicio de una operación destinada a reconquistar Kharkiv, como señala Le Monde, o podría ser un intento de desvío, según Forbes, destinado a atraer tropas bajo la bandera amarilla y azul que, entonces, faltarían para la defensa de Tchassiv. Yar, o Chasiv Yar, otro punto caliente y gran batalla para Ucrania, según lo analizado por La Tribune de Genève.

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1.500 kilómetros recorridos y un ataque récord con drones

Así, mientras sus defensas flaquean pero aún no han cedido del todo, el país continúa su ola de ataques contra refinerías de petróleo e instalaciones de gas rusas, batiendo récords impresionantes en términos de distancia en los últimos días.

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Como informó TF1 en particular, los drones de Kiev están batiendo récord de distancia tras récord de distancia para penetrar profundamente en tierras rusas y atacar a sus presas de petróleo o gas. Situadas a 1.300 kilómetros de posiciones ucranianas, las instalaciones de Salavat, en la lejana república de Bashkortostán, resultaron dañadas el 9 de mayo tras un vuelo de una distancia total de 1.500 kilómetros.

En los días siguientes, los ataques no cesaron, incluido un espectacular triple ataque a una refinería de Volgogrado, a la de Kaluga, así como al complejo metalúrgico de Novolipetsk, situado en Lipetsk.

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A menudo son los drones kamikazes ucranianos de largo alcance, de un tipo recientemente puesto en servicio, los que lideran la acción. Recientemente puesto en servicio pero bastante rústico, como explicamos durante un ataque a una fábrica de drones en el Tartaristán ruso. Forbes presenta así estos aviones como pequeños aviones civiles Aeroprakt A-22, transformados en máquinas de guerra por la magia del sistema D ucraniano.

Las imágenes son impresionantes, pero al revés: estos aviones son lentos, fácilmente detectables por cualquier radar, sobrevuelan decenas de pueblos y no parecen encontrar ninguna resistencia seria, ninguna batería de defensa antiaérea rusa capaz de derribarlos.

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Lo que parece denotar una vez más la extrema y asombrosa fragilidad rusa en esta materia: entramos en las tierras del Kremlin como en un molino, y cualquier objetivo al alcance de un ataque, instalaciones energéticas, militares o industriales, se encuentra ahora en gran peligro. Quizás Sergei Shoigu, destituido el domingo 13 de mayo por su viejo amigo Vladimir Putin de su cargo de Ministro de Defensa, como informó en particular AP, pueda reflexionar sobre este evidente fracaso.

El ataque al petróleo ruso: las reservas no deseadas de los estadounidenses

Por lo tanto, los ataques a las refinerías de petróleo y a las instalaciones de gas rusas nunca han cesado. Y esto a pesar de la intervención de Estados Unidos: hace unas semanas, para sorpresa de muchos observadores, la administración Biden pidió a Kiev que por favor detuviera sus ataques a los hidrocarburos de su enemigo e invasor y se contentara con pequeñas victorias tácticas sobre el suelo.

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El miedo era global y la lógica podía entenderse. Al poner a Rusia en dificultades, y mientras las tensiones en el Mar Rojo y con Irán estaban en su apogeo, Estados Unidos temía un aumento de los precios de la energía, que podría haber tenido dos consecuencias: poner en peligro la reelección de Joe Biden, que se basa en parte en el precio de la gasolina en el surtidor en los Estados Unidos, y por último ayudar al Kremlin a llenar mejor sus arcas vendiendo su petróleo a un precio más alto.

Críticas e inquietudes no deseadas y mal analizadas son expresadas ahora por algunos expertos en el tema en un artículo publicado en Foreign Affairs, transmitido por Business Insider, y cuyo título no deja lugar a dudas: “Por qué Ucrania debería seguir atacando a las refinerías rusas”.

Según Michael Liebreich, Lauri Myllyvirta y Sam Winter-Levy, los tres autores del artículo, el riesgo de un aumento internacional de los precios del crudo es casi nulo. Por otro lado, estos ataques plantean cada vez más un serio desafío a la capacidad de Rusia para refinar su oro negro y transformarlo en productos terminados que sus ejércitos y su población utilizan a diario. Tanto es así que el Kremlin debe imponer moratorias a las exportaciones, o incluso recurrir a su vecino Kazajstán para importar urgentemente grandes cantidades de combustible.

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“De hecho, con una capacidad de refinación interna disminuida, Rusia tendrá que exportar más de su petróleo crudo, no menos, lo que hará bajar los precios del mercado global”., añaden incluso los autores del artículo. En cierto modo, se añade, Ucrania está teniendo éxito en lo que las sanciones occidentales han tenido dificultades para funcionar: golpear a Rusia con su petróleo y, por tanto, con su billetera.