Solucionar el problema de los plásticos en la entrega de ayuda urgente

Solucionar el problema de los plásticos en la entrega de ayuda urgente
Solucionar el problema de los plásticos en la entrega de ayuda urgente
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En marzo del año pasado, dos ciclones gemelos, los ciclones tropicales Judy y Kevin, asolaron Vanuatu. Los ciclones de categoría cuatro, que ocurrieron con un intervalo de 48 horas entre sí, afectaron a más de 240.000 personas, aproximadamente el 80 por ciento de la población de Vanuatu. Se espera que los costos de reconstrucción tras el desastre representen más de la mitad del PIB anual de Vanuatu. Pero justo cuando los locales empezaban a recuperarse, un ciclón tropical de categoría cinco (Lola) azotó el país en octubre.

El desastre de Lola se produjo fuera de la temporada oficial de ciclones, que comienza el 1 de noviembre. Desafortunadamente, para la mayoría de los isleños del Pacífico, la experiencia de Vanuatu es parte de una nueva realidad en la primera línea de la lucha contra el cambio climático. Según el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), las islas del Pacífico se encuentran entre las que corren mayor riesgo de sufrir los efectos adversos del cambio climático. Los fenómenos meteorológicos extremos son y seguirán siendo mucho más frecuentes, impredecibles e intensos. Se prevé que para 2050, el nivel global del mar aumentará hasta 20 centímetros, sumergiendo bajo el agua varias islas bajas y provocando una mayor pérdida de ecosistemas, patrimonio cultural e identidad social.

A los desastres les sigue la ayuda exterior. Sin embargo, para muchos sectores que operan en el Pacífico –entre ellos el sector humanitario– la sostenibilidad pasa a un segundo plano para dar cabida a los beneficios a corto plazo. Debido a que los trabajadores humanitarios esperan entregar ayuda de manera rápida y efectiva, despriorizan el comportamiento amigable con el medio ambiente a largo plazo. Esto debe cambiar.

Por ejemplo, muchas organizaciones optan por materiales de embalaje de un solo uso al preparar los botiquines de ayuda. Estos materiales suelen ser más baratos y es menos probable que transmitan contaminación entre los destinatarios de la ayuda, por lo que no es de extrañar que las organizaciones humanitarias los elijan, esforzándose por entregar ayuda a la mayor cantidad posible de poblaciones en riesgo mientras operan con presupuestos ajustados.

Sin embargo, la excesiva dependencia del plástico de un solo uso y otros materiales de embalaje sobrecarga los sistemas de eliminación de residuos de las islas. Muchas islas tienen una capacidad de reciclaje limitada y no pueden permitirse altos costos de transporte para llegar a instalaciones remotas. Esto, en combinación con el espacio limitado en muchas de las islas, hace que los vertederos se sobrecarguen. Cuando se acabe el espacio en el vertedero, los materiales de un solo uso proporcionados por los actores humanitarios terminarán flotando en la costa o en zonas residenciales. Éste ha sido el caso desafortunado de las recientes respuestas humanitarias en el Pacífico.

Hay formas concretas en que los trabajadores humanitarios pueden “verdear” sus operaciones y herramientas existentes a las que las organizaciones pueden recurrir.

La sostenibilidad a menudo se convierte en una idea de último momento para el sector humanitario en lo que respecta al transporte. Para una región remota como las Islas del Pacífico, la ayuda internacional debe entregarse por barco o avión, quemando combustible y emitiendo toneladas de CO.2 a la atmósfera. Y si bien el impacto de esto puede no ser visible en el corto plazo, las emisiones del transporte actuales sólo agravarán e intensificarán futuros desastres y el aumento del nivel del mar en el largo plazo.

Más allá de esto, cuando varias organizaciones entregan ayuda a la misma isla o incluso región, sus rutas de viaje se superponen. Cuanta más congestión haya en estas rutas, más retrasos habrá en la entrega, lo que nuevamente contribuye a mayores emisiones y, a mayor escala.

Sin embargo, para muchos en el sector humanitario, estas opciones (utilizar materiales de embalaje de un solo uso y formas de transporte con altas emisiones, entre otras) parecen inevitables. Entonces, ¿cómo puede el sector humanitario seguir brindando ayuda de manera rápida y efectiva, al mismo tiempo que prioriza la sostenibilidad y desempeña su papel en la lucha contra el cambio climático en las islas del Pacífico?

El vertedero de basura en las afueras de Funafuti, Tuvalu (Fiona Goodall/Getty Images)

Hay formas concretas en que los trabajadores humanitarios pueden “verdear” sus operaciones y herramientas existentes a las que las organizaciones pueden recurrir. Por ejemplo, la Herramienta de Evaluación Ambiental Nexus (NEAT+) señala y analiza las sensibilidades ambientales específicas de la ubicación de un proyecto determinado. Estos análisis específicos del sitio se pueden incorporar al diseño del proyecto utilizando la Guía rápida de respuesta ecológica de la Federación Internacional, que proporciona sugerencias y ejemplos anteriores sobre cómo reducir los impactos ambientales de un proyecto humanitario. Los trabajadores humanitarios también pueden “verdes” sus operaciones rastreando y reduciendo sus emisiones de carbono utilizando la herramienta de contabilidad de carbono desarrollada por EcoAct.

Si bien el progreso hacia este imperativo ha sido lento hasta la fecha, la reciente colaboración entre expertos en clima del Pacífico y el Grupo Asesor Humanitario ha visto el lanzamiento del primer Marco para una acción humanitaria más ecológica en el Pacífico. Basándose en consultas con los isleños del Pacífico a nivel local, nacional y regional, esta colaboración traza un camino para que el sector humanitario logre una respuesta más ecológica y que priorice las necesidades y el conocimiento de las comunidades locales en el Pacífico. Si bien la tarea puede no ser fácil, el sector humanitario debe esforzarse por incorporar pensamiento y acción sostenibles en sus operaciones.

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