El magnate republicano asistió a la apertura de los debates con aire hosco en una sala con la pintura desconchada y una luz pálida, en el piso 15 del imponente edificio judicial de Nueva York.
Donald Trump, que espera regresar a la Casa Blanca en 2025, se ha visto obligado desde la semana pasada a observar en silencio el ballet de la audiencia y sus a menudo tediosos escenarios, y sólo se le permite hablar cuando se le pide.
Encorvado en su asiento, mirando al frente, el multimillonario escuchó a la fiscalía detallar cómo su equipo habría trabajado mano a mano con un jefe de prensa sensacionalista para ocultar cualquier información perjudicial para su campaña para las elecciones presidenciales de 2016.
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Así, tuvo que oír al fiscal leer sin pestañear las palabras que él mismo había pronunciado en un vídeo ya famoso en el que se le oía alardear de “agarrar” a las mujeres “por el coño”.
El primer testigo llamado a declarar, el antiguo jefe de prensa David Pecker, que entonces dirigía el tabloide americano “The National Enquirer”, se mostró mucho más alegre.
Con su bigote, su cabello peinado hacia atrás y su sonrisa de oreja a oreja, Pecker parecía la encarnación misma del rey de la prensa sensacionalista. Este último habría comprado, según los fiscales, los derechos de asuntos embarazosos del candidato a la Casa Blanca, con el objetivo de no publicarlos.
“Estábamos haciendo periodismo de chequera”, dijo al jurado, explicando las prácticas de su antigua empresa.
Cuando terminó la audiencia, el magnate inmobiliario miró a David Pecker.