Manara-penitra sin fenitra – Madagascar-Tribune.com

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El tragicómico hecho que es el reciente anuncio de un estadio de fútbol manara-penitra (literalmente: “a las normas”) que no respeta las normas de la FIFA es una oportunidad para cuestionar el informe malgache sobre la cuestión de las normas. En términos generales, un estándar se define como una forma acordada de hacer algo. Desde el Código de Circulación hasta la Constitución, pasando por las normas escritas o no escritas que rigen la vida en sociedad, se supone que las normas se aplican a todos.

Desgraciadamente, en una sociedad malgache en la que la negociación es también una norma, negociar normas y hacer caso omiso de la jerarquía entre ellas se convierte en algo natural en todos los ámbitos de la vida pública. Esto crea casos de geometría variable que explican la inestabilidad de las reglas. ¿Cómo puede un país basado en reglas inestables aspirar a ser estable? ¿Cómo podrían garantizar el desarrollo sostenible las excepciones “provisionales” que, por la sola decisión de un líder, tienden a institucionalizarse por un período de tiempo indefinido? Peor aún, podemos legítimamente preguntarnos qué tipo de estándares nomenclatura que tiene sus raíces en la violación de normas constitucionales, ¿es legítimo ser su defensor? Por sus propias acciones, ninguno de los actuales líderes que han incursionado en el golpe(es) tiene credibilidad para dar lecciones sobre las normas de la democracia, el respeto al orden público, el buen gobierno o la lucha contra la corrupción, entre otros temas.

Mucho más allá de la anécdota, el tema de las normas es eminentemente político. Basta mirar el legado de los golpes de 2002 y 2009 para convencerse de ello. Cuando hemos acostumbrado a la población a pisotear las normas jurídicas y morales, por ejemplo con la “toma de ministerios” o el uso de la violencia armada para tomar el poder, ¿cómo podemos sorprendernos del declive actual de la autoridad del Estado? Cuando vemos la escala que toma el dinero, utilizado para “engrasar” los engranajes del sistema electoral, o para hipnotizar a las multitudes con camisetas y conciertos, ¿qué tipo de estándares en términos de civismo y ciudadanía podemos esperar? ver inculcar?

EL vazaha ominoso

La no aprobación del estadio Mahamasina por parte de las autoridades internacionales del fútbol ridiculizó a quienes proclamaban en voz alta que era manara-penitra, es decir, a la altura de los estándares. Al igual que el fracaso de Covid-Organics, a pesar de los frenéticos esfuerzos de promoción regional, ridiculizó a quienes lo presentaban como la cura milagrosa para el Covid-19. Porque ¿de qué estándares estamos hablando? ¿De los de los organismos internacionales competentes (la FIFA o la OMS), o de los de una potencia nacida de un golpe de Estado, acostumbrada a modelos, logros dudosos y a la intimidación de quienes se niegan a abstenerse de utilizar su sentido crítico? Una autoridad sin sabiduría, líderes cuyo único estándar que cuenta es el deseo de mantenerse en el poder a toda costa. El resultado: comportamiento patético de las autoridades malgaches que se niegan a apoyar la candidatura del Presidente Hery Rajaonarimampianina en la elección del Presidente de la Comisión Africana, a pesar de sus grandes posibilidades de ganar. O la petición de llamar al embajador de la Unión Europea para vengarse de la declaración de verdades que no es bueno decir.

Sobre todos estos acontecimientos, constatamos que la realidad es recordada con cariño por el pueblo malgache a través de un canal internacional: una auditoría encargada por la CAF sobre los “estándares” del estadio de Barea; una rueda de prensa del embajador de la Unión Europea para señalar las “normas” de democracia y gobernanza en Madagascar; un medio de comunicación extranjero para revelar las mezquinas maniobras de las autoridades malgaches para hacer tropezar a un ex Jefe de Estado malgache en beneficio de un oscuro ministro de Yibuti. Sin olvidar que fue necesaria una investigación británica para que la moral corrupta de ciertos jerarcas del poder quedara al descubierto, que fueron necesarias pruebas de laboratorio en ciertos países africanos respetando las normas y protocolos internacionales para confirmar la falta de eficacia del CVO contra el Covid-19, y que fue necesaria, en un momento, la Unión Europea, la Unión Africana, la SADC o la Organización Internacional de la Francofonía para denunciar un Estado golpista, mientras que los estándares de propaganda local presentaban el evento como una valiente revolución democrática. Sin duda, la visión a largo plazo de quienes observan desde lejos es más efectiva que la visión a corto plazo de aquellos cuyos ojos están hipnotizados por la proximidad de las cuencas propagandísticas.

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