El volcán Ol Doinyo Lengai, situado en Tanzania, es uno de los más singulares del mundo. Conocida por producir magma de carbonatita poco común, la estructura fue recientemente objeto de un estudio que revela su hundimiento gradual en el suelo durante los últimos diez años. Este descubrimiento fue posible gracias a análisis de datos satelitales que permitieron a los investigadores comprender mejor la dinámica interna del volcán y las implicaciones para su actividad futura.
Erupciones singulares
Ol Doinyo Lengai es el único volcán del mundo que produce activamente carbonatita de magma. Este tipo de magma tiene un contenido de sílice inferior al 25%, a diferencia de otros magmas terrestres que contienen entre un 45% y un 70% de sílice. Este bajo contenido de sílice le da al magma una consistencia muy fluida, comparable al agualo que resulta en erupciones caracterizadas por rápidos y extraños flujos de lava, a veces descritos como chorros de una manguera de jardín.
La composición química única del magma de carbonatita también significa que la lava se transforma rápidamente después de la erupción. Inicialmente de color negro o gris oscuro, se vuelve blanco cuando se seca debido a la formación de minerales carbonatados como la calcita que se descomponen rápidamente en presencia de humedad. Este fenómeno hace que el paisaje volcánico de Ol Doinyo Lengai sea particularmente distintivo y espectacular.
El volcán experimentó una actividad explosiva inusual en 2007 que creó un segundo cráter, lo que sugiere que la dinámica interna del volcán puede cambiar de manera impredecible. Tras esta fase explosiva, Ol Doinyo Lengai volvió a un estilo eruptivo dominado por coladas de lava. Sin embargo, algunos datos sugirieron que esta secuencia eruptiva explosiva-efusiva provocó el colapso del cono principal. Para obtener más información, los investigadores tomaron mediciones recientemente.
Un volcán en continuo hundimiento
Las mediciones de la deformación de las cimas de los volcanes activos son difíciles de realizar con los métodos geodésicos tradicionales terrestres. Esto se debe a la accesibilidad limitada y a la intensa actividad eruptiva que podría dañar los instrumentos. Por otra parte, el radar interferométrico de apertura sintética (InSAR) es un método eficaz para obtener mediciones geodésicas satelitales con precisión centimétrica. Al procesar cientos de imágenes SAR en series temporales, InSAR puede revelar procesos de deformación previamente desconocidos a lo largo de varios años.
Como parte de este estudio, los investigadores descubrieron que el suelo alrededor de la cumbre del volcán Ol Doinyo Lengai se había hundido hasta un nivel tasa de 3,6 centímetros por año entre 2013 y 2023. Por tanto, en una década, el volcán habría perdido unos 36 centímetros de altura.
Según el equipo, este hundimiento probablemente se debe a una depósito de magma ubicado aproximadamente a 1.000 metros debajo del volcán que lentamente se desinfla. Esta hipótesis está respaldada por la existencia de un segundo embalse más profundo, aproximadamente a 3.000 metros bajo la superficie. Este reservorio podría ser responsable de la compleja dinámica observada en el sistema volcánico Ol Doinyo Lengai.
La importancia de este descubrimiento radica en que proporciona información crucial para predecir futuras erupciones. De hecho, el seguimiento del hundimiento del volcán podría ayudar a identificar señales de alerta de una mayor actividad volcánica, lo que permitiría preparar mejor a las poblaciones locales ante posibles erupciones.
Este descubrimiento pone de relieve la importancia de los avances tecnológicos para el estudio de volcanes como Ol Doinyo Lengai. Utilizando imágenes satelitales y métodos de monitoreo remoto como InSAR, ahora es posible monitorear deformaciones sutiles y continuas del terreno, incluso en entornos remotos y de difícil acceso. Estas nuevas técnicas ofrecen a los investigadores una comprensión más precisa de los procesos geológicos subyacentes, allanando el camino para modelos predictivos más precisos sobre la evolución de los volcanes y permitiendo así anticipar mejor los riesgos asociados a las actividades volcánicas.
El estudio se publica en la revista Geophysical Research Letters.
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