Como muchas otras especies, los seres humanos compartimos una cultura, es decir, un conjunto de conocimientos y comportamientos transmitidos de generación en generación. Pero, ¿qué hace que esta cultura humana sea tan especial? ¿Por qué la cultura humana parece infinitamente más poderosa, flexible y evolutiva que la de otras especies? Recientemente, Thomas Morgan, antropólogo evolutivo de la Universidad Estatal de Arizona, propuso una nueva y fascinante hipótesis para explicar esta distinción: la apertura humana, es decir, nuestra capacidad única de imaginar un número infinito de combinaciones y posibilidades. Esta hipótesis desafía la idea clásica de que sólo la acumulación de conocimiento distingue a nuestra especie.
Cultura y transmisión: un punto en común con el mundo animal
Durante mucho tiempo, los científicos creyeron que esto capacidad de transmitir conocimientos era exclusivo de los humanos, pero las investigaciones sobre el comportamiento animal muestran que otras especies también poseen este conocimiento. Por ejemplo, los chimpancés aprenden de sus padres a utilizar herramientas para extraer termitas del tronco de un árbol y luego transmiten esta técnica a sus crías. Entre las ballenas jorobadas, las canciones evolucionan y se vuelven más complejas a lo largo de generaciones, incluso extendiéndose de un grupo a otro, de manera muy similar a las modas musicales entre los humanos.
Incluso algunos insectos se ven afectados. Este es particularmente el caso de las hormigas cortadoras de hojas. Estos últimos no se alimentan directamente de las hojas que cosechan. En lugar de ello, cortan trozos de hojas, los llevan a su colonia y los utilizan para alimentar un hongo que cultivan en sus galerías subterráneas. Este hongo crece mediante la descomposición de las hojas y forma una especie de jardín de hongos. Este jardín luego produce nutrientes de los que se alimentan las hormigas.
Cuando una nueva reina fundadora abandona su colonia para comenzar una nueva, se lleva consigo un pequeño trozo de este hongo, a menudo en una bolsa especial en la boca o en las mandíbulas. Una vez establecido, utiliza este hongo para iniciar el cultivo en la nueva colonia. Esta transmisión del hongo de reina a reina se ha prolongado durante millones de años. Es tan antiguo y estable que el hongo en las colonias de hormigas cortadoras de hojas ahora es genéticamente distinto de las cepas silvestres, ya que ha coevolucionado sólo con las hormigas.
Pero entonces, si muchas especies animales también transmiten y adaptan su cultura, ¿qué hace que la cultura humana sea tan diferente? El antropólogo evolucionista Thomas Morgan de la Universidad Estatal de Arizona ofrece una nueva hipótesis.
Lo que hace única a la cultura humana: la noción de apertura
Según Thomas Morgan, el elemento que distingue a la cultura humana de las demás es nuestra aperturao nuestra capacidad de considerar y planificar una amplia gama de posibilidades en sus acciones. Esto significa que los humanos pueden imaginar pasos complejos y entrelazados para lograr un objetivo final y luego adaptar y perfeccionar esos pasos según sea necesario. Para entenderlo mejor, tomemos nuevamente el ejemplo de preparar el desayuno. Cuando un padre prepara una comida para sus hijos, debe:
- Saque los utensilios necesarios (cuencos, cucharas, sartenes, etc.).
- Mide los ingredientes y mézclalos en un orden específico.
- Cocínalos, controlando la temperatura y la textura.
- Finalmente, ajusta la cocción para que el resultado final sea perfecto según los gustos y preferencias de los niños.
Cada paso es un subobjetivo : primero necesitamos los utensilios, luego medimos los ingredientes, luego controlamos la cocción, etc. Además, cada paso requiere ajustes y en ocasiones pruebas para obtener el resultado deseado. Este tipo de razonamiento secuencias ordenadas y ajustables Requiere una gran flexibilidad intelectual.
En este ejemplo específico, la apertura significa que los humanos pueden imaginar pasos intermedios para alcanzar un objetivo final, adaptar estos pasos de acuerdo a situaciones imprevistas o incluso crear nuevas secuencias y luego combinarlas de nuevas maneras. Esta capacidad permite al ser humano inventar, improvisar y crear cosas nuevas constantemente.
Acumulación y evolución de la cultura: cuando los límites los supera el ser humano
La cultura humana también se distingue por su potencial de acumulación casi ilimitado. En la cultura animal, a veces vemos ejemplos de acumulación cultural, pero termina a menudo estancando. En los chimpancés, el uso de herramientas, aunque impresionante, permanece relativamente sin cambios a lo largo de las generaciones. Aunque enriquezcan sus cantos, las ballenas no introducen evoluciones musicales radicales de una generación a la siguiente.
Por el contrario, la cultura humana no sólo puede evolucionar, sino también enriquecerse indefinidamente, porque somos capaces de repensar, adaptar y combinar conocimientos antiguos para crear otros nuevos. Nuestros antepasados inventaron primero la rueda y luego las formas de optimizarla para crear vehículos modernos. Del control del fuego hemos pasado a la electricidad, las microondas y las energías renovables. En otras palabras, hemos construido civilizaciones basadas en el conocimiento acumulado.
Es esta imaginación abierta la que permite a los humanos traspasar constantemente los límites, mientras que, aunque a veces acumulan conocimientos, las culturas animales a menudo tocan techos evolutivos. Esta cultura se enriquece constantemente, creando un círculo virtuoso donde cada generación es capaz de llegar más lejos que la anterior.
Perspectivas e implicaciones para los humanos.
Esta nueva hipótesis sobre la apertura cultural humana arroja nueva luz sobre nuestra comprensión de la naturaleza humana. Destaca la particularidad de nuestra especie, capaz no sólo de transmitir y modificar comportamientos, sino también de imaginar nuevos escenarios y ampliar constantemente el campo de posibilidades. Según los investigadores, esta capacidad podría explicar por qué los humanos fueron capaces de construir civilizaciones, inventar idiomas, religiones e incluso ciencias.
Naturalmente, esta capacidad de apertura parece directamente relacionada con el tamaño y la complejidad de nuestro cerebro. Los investigadores coinciden en que el cerebro humano, particularmente nuestra corteza prefrontal (el área que maneja la planificación, la toma de decisiones y el razonamiento complejo), desempeña un papel clave en nuestra capacidad de pensar en términos de pasos entrelazados y objetivos a largo plazo.
Al comprender mejor esta especificidad humana, no sólo podríamos Profundizar nuestra propia comprensión de la evolución cultural.pero también nosotros hacer preguntas esenciales sobre nuestro futuro. ¿Cómo seguirá evolucionando nuestra cultura con la llegada de la inteligencia artificial, la robótica y las nuevas tecnologías? Esta hipótesis sobre nuestra capacidad de apertura también podría inspirar investigaciones para comprender cómo crear sistemas que imiten la adaptabilidad humana.