Hoy, sin embargo, la tecnología se ha vuelto accesible a todos y los teléfonos inteligentes toman fotografías dignas de ser enmarcadas donde los desechables se conforman con una calidad media, sin la posibilidad de tomar la misma foto diez veces o de ver el resultado antes del revelado, lo que también es rentable. Pero ¿de dónde viene esta locura por un objeto que cayó en el olvido hace veinte años?
Los jóvenes y la búsqueda de la verdad…
Hoy en día, las cámaras desechables atraen principalmente a jóvenes de entre 15 y 35 años; generaciones más o menos nacidas o educadas en la tecnología digital, las redes sociales y la multitud de imágenes. Jóvenes que se han cansado de hacer un millón de fotografías y rara vez imprimirlas y que, en muchos ámbitos, buscan volver a una mayor autenticidad.
A diferencia de las fotografías digitales, que a menudo son retocadas y filtradas, la fotografía cinematográfica es apreciada por sus imperfecciones, su grano único y la imprevisibilidad del resultado.
…o simplemente una tendencia?
Pero sería injusto no citar otra razón de su popularidad: las redes sociales. Particularmente en Instagram y TikTok, los dispositivos desechables se han convertido en artículos de moda, utilizados durante eventos especiales u ocasiones festivas como bodas, festivales o vacaciones. Los usuarios aprecian el lado espontáneo y retro de estos dispositivos, lejos de los estándares perfeccionistas de la fotografía digital moderna.
Por último, no podemos negar que la nostalgia siempre ha jugado un papel importante en las nuevas tendencias del mercado: ¡lo vintage es y siempre será popular!
Ventajas y desventajas
Los dispositivos desechables, fáciles de usar, nos transportan al pasado, con un toque de autenticidad y el placer de sorprenderse por el resultado. También pueden frenar nuestra tendencia a tomar 50 fotografías al día que nunca miramos ni nos tomamos el tiempo de imprimir. Por otro lado, tienen una gran desventaja, y no menor: ecológicamente es un desastre, ya que se trata de un dispositivo entero no reciclable, hecho principalmente de plástico, que acaba en la basura después de 30 fotos.
Entonces, ¿qué hacer? Como ocurre con el chocolate: date un capricho… sin dejar de ser mesurado. ¡Di “queso”!