Estudio de caso – Salud y cambio climático, parte II

Estudio de caso – Salud y cambio climático, parte II
Estudio de caso – Salud y cambio climático, parte II
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Después una primera parte de un estudio de caso sobre “salud y cambio climático”, presentamos a continuación la resolución del caso y explicamos por qué está vinculado a este tema.

Los síntomas iniciales del paciente, en particular la diarrea posprandial, parecen indicar que la afectación comienza en los mastocitos del tracto digestivo. El empeoramiento gradual de los síntomas puede deberse a la sensibilización provocada por la exposición repetida al alérgeno. Es posible que un determinado evento haya desencadenado una nueva alergia. Las fuentes más comunes en los adultos son el pescado, los mariscos y los frutos secos.

Por el contrario, en pacientes con mastocitosis sistémica, la liberación de mediadores de los mastocitos puede desencadenarse por muchas causas, como medicamentos, estrés, ejercicio o procedimientos médicos. El hemograma de este paciente así como la ausencia de hepatomegalia y esplenomegalia no confirman este diagnóstico pero tampoco permiten excluirlo.

Confirmamos la presencia de mastocitosis mediada por inmunoglobulina E (IgE). La reaparición de los síntomas al cuarto día sugiere una reexposición al mismo factor desencadenante. Al interrogar nuevamente al paciente, este recuerda haber comido carne roja el cuarto día de su hospitalización, lo que coincide con el empeoramiento, aunque nunca antes había tenido problemas con la carne. Afirma ser un cazador de ciervos y haber comido ciervos dos días antes de acudir a urgencias.

El cuadro sugiere mucho una alergia a la alfa-galactosa o a las carnes rojas (síndrome de alfa-gal). Es un carbohidrato que se encuentra en todos los mamíferos no primates. Los humanos pueden desarrollar anticuerpos IgE en respuesta a la exposición a esta sustancia mediante el consumo de carne roja y desarrollar una nueva alergia. Este síndrome suele caracterizarse por la aparición tardía de los síntomas (aproximadamente de 3 a 8 horas después de la ingestión), a diferencia de otras alergias alimentarias que se manifiestan rápidamente. En un porcentaje muy elevado de los casos se produce una reacción anafiláctica.

El vector de exposición más común en Europa es la garrapata Ixodes ricinus, que se encuentra con mayor frecuencia en zonas boscosas o con abundancia de arbustos y pastos altos. La saliva de esta garrapata puede contener alfa-galactosa de los animales de los que se ha alimentado, incluidos los ciervos. Es por esto que el síndrome alfa-gal es más común en personas que viven en zonas rurales, cazadores, guardabosques, ganaderos o veterinarios.

El síndrome alfa-gal se describió originalmente en el sur, este y centro de los Estados Unidos, Australia y partes de Europa y Asia, pero se ha generalizado en los últimos años y se han descrito casos en Francia, Italia y España. Esta expansión se atribuye a las consecuencias del cambio climático, con temperaturas crecientes y cambios en las precipitaciones, hábitats y tipos de mamíferos huéspedes.

El paciente fue dado de alta del hospital con tratamiento a dosis decrecientes de corticoides y antihistamínicos, así como recomendación de evitar las carnes rojas. Quince meses después, acudió a un chequeo y se sometió a una prueba de alergia. Sus niveles de triptasa e IgE a alfa-galactosa eran normales. No tuvo nuevos episodios de anafilaxia.

Este caso ilustra hasta qué punto las enfermedades a las que está expuesto un paciente, y que deberían incluirse en su diagnóstico diferencial, están influenciadas por el cambio climático. En los próximos años, especialmente en Europa, tendremos que estar atentos a detectar estos cambios porque, en muchos casos, serán patologías que habitualmente no considerábamos.

Este caso de estudio fue publicado originalmente en Univadis.es.

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