He aquí por qué la soledad crónica es una bomba de tiempo para el corazón, según Harvard

He aquí por qué la soledad crónica es una bomba de tiempo para el corazón, según Harvard
He aquí por qué la soledad crónica es una bomba de tiempo para el corazón, según Harvard
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Soledad. Imagine un mundo en el que el simple hecho de sentirse solo podría afectar la salud de su corazón tanto como una mala alimentación o la falta de ejercicio. Este no es un escenario distópico, sino una realidad confirmada por un estudio reciente de la Escuela de Salud Pública TH Chan de Harvard. Publicada en eClinicalMedicine, esta investigación revela que la soledad crónica podría aumentar significativamente el riesgo de accidente cerebrovascular, especialmente en personas mayores.

Un estudio escalofriante

Según el equipo dirigido por Yenee Soh, investigadora asociada de Harvard, los adultos mayores con soledad crónica tienen un 56% más de riesgo de sufrir un derrame cerebral en comparación con aquellos que se sienten socialmente conectados. El estudio, realizado con más de 12.000 participantes de 50 años o más, midió la soledad en dos momentos clave, separados por cuatro años, para comprender mejor su impacto a largo plazo. Los resultados son edificantes: si la soledad temporal no muestra una relación directa con el riesgo de sufrir un ictus, la soledad prolongada resulta ser un auténtico veneno silencioso para el sistema cardiovascular.

“La soledad se reconoce cada vez más como un importante problema de salud pública”, afirma Soh. Y por una buena razón: no es sólo una experiencia emocional. A nivel físico, actúa como estrés crónico, favoreciendo la inflamación, aumentando la presión arterial y debilitando el sistema inmunológico.

Una diferencia sutil pero crucial: soledad versus aislamiento social

Para comprender plenamente el fenómeno, debemos distinguir la soledad del aislamiento social. El primero es un sentimiento subjetivo, mientras que el segundo es un estado objetivo de separación física. En otras palabras, puedes sentirte solo en una habitación llena de gente, o perfectamente realizado viviendo solo. El estudio destaca que es esta percepción de soledad, y no el simple aislamiento, la que juega un papel determinante en el riesgo de sufrir un ictus.

Los mecanismos detrás de esta correlación aún no están claros, pero están surgiendo ciertas vías. La soledad crónica podría exacerbar comportamientos nocivos para la salud, como una dieta desequilibrada, la falta de actividad física o incluso trastornos del sueño. Es más, se asocia con altos índices de depresión y ansiedad, dos factores agravantes del corazón.

¿Una pandemia de soledad?

La soledad, ya bien arraigada en nuestras sociedades modernas, se ha disparado con los confinamientos vinculados a la pandemia de COVID-19. Esta agitación ha puesto de relieve una verdad escalofriante: a pesar de los miles de amigos virtuales que uno puede tener en las redes sociales, la necesidad humana de una conexión real sigue insatisfecha.

Los datos de Harvard muestran que casi la mitad de los adultos estadounidenses afirman sentirse solos, una cifra que probablemente refleja una tendencia mundial. Y este fenómeno no se limita a las personas mayores. Los adultos jóvenes, a menudo atrapados en un torbellino de comparaciones sociales y presiones digitales, también están plagados de soledad crónica.

¿Qué hacer?

Para contrarrestar esta epidemia silenciosa, tenemos a nuestra disposición varias vías:

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