Los tratamientos farmacológicos y la psicoterapia son sólo parcialmente eficaces en el tratamiento del trastorno de estrés postraumático (TEPT). Sin embargo, un estudio reciente, publicado en Neurociencias de la naturaleza realizado por Shan Siddiqi, neuropsiquiatra de la Facultad de Medicina de Harvard, y sus colegas, sugiere que cambiar la actividad de un circuito cerebral particular mejoraría los síntomas.
Un método accesible para ello es dirigir pulsos de energía magnética a regiones específicas del cerebro para interferir con el funcionamiento de las neuronas allí. Esta técnica, denominada “estimulación magnética transcraneal” (EMT), ha demostrado su eficacia en el tratamiento de los síntomas de patologías como la enfermedad de Parkinson. Pero es crucial conocer la zona precisa a la que deben dirigirse los impulsos y, para ello, es necesario saber qué circuitos son modificados por la patología en el cerebro.
Para ello, los investigadores analizaron los cerebros de los veteranos de la guerra de Vietnam. Entonces revelaron un descubrimiento curioso: ciertos soldados que habían sufrido daños cerebrales (tras lesiones o descargas) eran menos propensos que los combatientes ilesos a desarrollar síntomas de trastorno de estrés postraumático. Por tanto, existen zonas del cerebro cuya lesión podría proteger contra este síndrome.
Luego, Shan Siddiqi y sus colegas mapearon la red de estas lesiones para identificar qué áreas estaban asociadas con “lesiones protectoras”. Y ya está: las lesiones vinculadas a una red cerebral que incluye la corteza prefrontal medial y los lóbulos temporales anterior y medial (dentro de los cuales encontramos la amígdala y el hipocampo, dos estructuras esenciales para el miedo y la memoria) se correlacionaron con una menor prevalencia de post- Síndrome de estrés traumático.
Profundizando, los científicos encontraron que entre los veteranos sin lesiones cerebrales, la presencia de PTSD estaba relacionada a la hiperconectividad dentro de este circuito (conexiones neuronales demasiado potentes entre sus diferentes componentes, incluidos la amígdala y el hipocampo). Y cuando se redujo esta hiperconectividad mediante la técnica de estimulación magnética transcraneal, los síntomas del trastorno de estrés postraumático se atenuaron.
Un pequeño inconveniente de la historia es que la técnica SMT no llega a las capas profundas del cerebro, donde se encuentran estructuras como la amígdala y el hipocampo. El candidato ideal al que apuntar es la corteza prefrontal medial, donde los pulsos magnéticos pueden llegar fácilmente. Desempeña un papel esencial en la reducción de la respuesta al miedo, y su influencia sobre la amígdala está implicada en el aprendizaje pero también en la supresión del miedo, dos mecanismos alterados en el trastorno de estrés postraumático. Pero todo esto no le convierte en el único candidato a este enfoque. Comparando el circuito de cada paciente con el identificado por el mapeo, debería ser posible determinar el objetivo ideal para el paciente en cuestión.
Lo que los investigadores intentaron hacer en un paciente que padecía trastorno de estrés postraumático resistente a otras formas de tratamiento. Shan Siddiqi y sus colegas compararon el mapeo de la lesión con exploraciones por resonancia magnética del cerebro del paciente en estado de reposo. Para elegir el objetivo personalizado para TMS, se identificó una región de la corteza prefrontal donde estos dos tipos de imágenes se superponían mejor. Después de siete días de TMS dirigido a esta área, la puntuación de gravedad de los síntomas del paciente cayó de 10/10 a sólo 3/10. Suficiente para lograr una mejora impresionante en varios aspectos de este síndrome incapacitante. El siguiente paso será descubrir si estos mismos efectos beneficiosos se extienden a un número más amplio de pacientes, lo que será el foco de futuras investigaciones.