Esta no es la primera vez que una investigación establece el vínculo entre el sueño y la diabetes.
En 2015, Un metaanálisis chino-estadounidense publicado en la revista Diabetes Care ya había agrupado datos de más de 18 estudios y confirmó que la duración inadecuada del sueño (menos de 6 horas o más de 8 horas por noche) estaba relacionada con un aumento del 30% del sueño. el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2, con variaciones en la duración del sueño que conducen a una reducción de la tolerancia a la glucosa con el tiempo.
En 2016, Un estudio de la Universidad de Harvard publicado en la revista Diabetologia analizó los hábitos de sueño de más de 130.000 mujeres, inicialmente sanas, durante 10 años. Durante este período, 6.400 de ellas habían desarrollado diabetes tipo 2. Después de ajustar por factores de estilo de vida, parecía que las mujeres que habían reportado varios trastornos del sueño (alteraciones del sueño, ronquidos frecuentes, duración del sueño inferior a 6 horas por noche y/o apnea del sueño) Tenían un riesgo cuatro veces mayor de desarrollar diabetes tipo 2 que otros.
Además, a finales de los años 1990el estudio Sleep Heart Health, un gran estudio epidemiológico realizado en los Estados Unidos durante varios años, fue diseñado para examinar los vínculos entre la calidad del sueño y las enfermedades cardiovasculares, incluida la diabetes. Basado en más de 6.000 participantes, el estudio demostró en particular una relación entre la apnea obstructiva del sueño (AOS) y la diabetes: las personas con AOS tienen una mayor prevalencia de resistencia a la insulina, porque la apnea altera el metabolismo.
Finalmente, en 2020el estudio de Rotterdam (realizado por el centro médico Erasmus) demostró que la mala calidad del sueño (marcada por despertares frecuentes o fases de insomnio) estaba relacionada con un aumento del azúcar en sangre y una mayor probabilidad de desarrollar diabetes. La causa: el estrés oxidativo y las variaciones hormonales provocadas por el cansancio provocan una peor asimilación de la glucosa por parte del organismo.
¿Cómo afecta el sueño el azúcar en sangre?
Según los distintos estudios realizados sobre el tema, la falta de sueño altera la regulación del azúcar en sangre de varias formas.
Un estudio publicado en 2014 en The Lancet muestra en particular que la falta de sueño reduce la sensibilidad del cuerpo a la insulina, obligando al páncreas a producir más para gestionar la misma cantidad de glucosa en sangre. Cuando esta demanda se vuelve crónica, el órgano se agota, lo que aumenta el riesgo de desarrollar resistencia a la insulina o incluso diabetes.
Además, la falta de sueño aumenta la producción de cortisol, una hormona del estrés que, al difundirse por todo el cuerpo, libera glucosa en la sangre para proporcionar energía rápidamente, con el fin de contrarrestar la fatiga. Si se vuelve crónica, esta liberación excesiva altera los niveles de azúcar en sangre. Un estudio americano publicado en 2010 descifra con precisión el mecanismo. Al mismo tiempo, la falta de sueño estimula la producción de grelina, una hormona que aumenta el hambre, especialmente de alimentos ricos en azúcar y carbohidratos, cuyo consumo excesivo expone al riesgo de diabetes.
Por último, la falta de sueño contribuye al envejecimiento de las células y perjudica su capacidad de captar glucosa, lo que en última instancia provoca un aumento de los niveles de azúcar en sangre, incluso después de una alimentación equilibrada y durante un largo período de tiempo, que no se compensa inmediatamente. dormir mejor por la noche.
¿Cuáles son las consecuencias concretas para los pacientes con diabetes?
El trabajo de Berkeley ha permitido un nuevo avance en la comprensión del mecanismo que interviene en la relación entre el azúcar en sangre y el sueño. El conjunto específico de ondas cerebrales revelado ahora les permite predecir el control del azúcar en sangre de un paciente durante el día siguiente, incluso después de tener en cuenta factores externos, como la edad, el sexo, la duración o la calidad del sueño. “Este acoplamiento particular de las ondas cerebrales con el sueño profundo resulta ser más predictivo que la duración o la eficiencia del sueño de un individuo”, afirma Raphael Vallat, doctor en neurociencia y coautor del estudio.