La malaria sigue siendo una de las enfermedades parasitarias más devastadoras del continente africano. Cada año, esta infección transmitida por mosquitos se cobra más de 600.000 vidas, la mayoría de ellas en el África subsahariana. Los niños pagan el precio más alto: Cada dos minutos, un niño sucumbe a esta enfermedad. La combinación mortal de pobreza, falta de acceso a la atención médica y condiciones climáticas favorables a los mosquitos hace que la malaria sea un importante desafío de salud para muchos países africanos.
Una victoria histórica contra un flagelo milenario
Egipto acaba de ganar una batalla centenaria contra la malaria, sumándose así al círculo restringido de 44 naciones que han erradicado esta enfermedad de su territorio. Este éxito marca un punto de inflexión decisivo para este país donde el parásito ha proliferado desde los tiempos de los faraones. lLa Organización Mundial de la Salud (OMS) ha certificado oficialmente Egipto como zona libre de malaria, lo que confirma que no se han detectado casos locales en los últimos tres años.
Una estrategia multifacética exitosa
Para lograr esta victoria, Egipto desplegó un completo arsenal de medidas preventivas y curativas. El país ha librado una guerra despiadada contra los mosquitos portadores de enfermedades, combinando la fumigación a gran escala con insecticidas y el secado de zonas pantanosas. La distribución de mosquiteros impregnados y el fortalecimiento del sistema de salud completaron este enfoque. Este éxito egipcio contrasta con la situación de otros países africanos, como República Democrática del Congodonde la falta de infraestructuras y los conflictos obstaculizan la lucha contra la enfermedad.
Desafíos persistentes frente al cambio climático
A pesar de estos avances prometedores, la erradicación total de la malaria en África sigue siendo compleja. El calentamiento global está cambiando la situación: Las temperaturas más altas y el aumento de las precipitaciones alargan la temporada de reproducción de los mosquitos y amplían sus áreas de hábitat. Los parásitos desarrollan resistencia a los tratamientos, mientras que nuevas especies de mosquitos colonizan las zonas urbanas. Ante estos obstáculos, la vacunación podría ofrecer una solución, pero su coste –entre 24 y 40 dólares por niño para un tratamiento completo– y la necesidad de administrar cuatro dosis dificultan el acceso de las poblaciones más vulnerables.
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