Frenar el flujo de nuevos presos
En este contexto, la administración penitenciaria está haciendo todo lo posible para gestionar el desbordamiento de las prisiones del país. Acaba de tomar una nueva medida de emergencia: suspender temporalmente las penas de prisión para aquellos recientemente condenados a penas de prisión inferiores a cinco años. Los interesados no recibirán inmediatamente la carta que les asigna la prisión donde deberán cumplir su pena y la fecha en la que deberán presentarse. Siguen en libertad provisional y cumplirán su condena más adelante. Aclaración: aquellos condenados por violencia doméstica, delitos sexuales y terrorismo no son elegibles para esta suspensión. Allí permanecen las personas que ya se encuentran en prisión preventiva en el momento de su condena.
Este sistema permite frenar (un poco) el flujo de recién llegados y aliviar las prisiones.
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Un mes en prisión, un mes en casa
Esta es la segunda vez este año que la administración penitenciaria ha tenido que tomar medidas excepcionales para hacer frente al hacinamiento. Desde marzo se conceden permisos penitenciarios ampliados a determinadas categorías de reclusos que no representan un peligro para la sociedad. Los condenados a penas inferiores a diez años pueden alternar un mes de prisión y un mes en casa.
Encarcelado en la prisión de Haren, Arnaud (nombre ficticio) se hace eco del sentimiento que prevalece tras las rejas. “Ya no entendemos nada sobre la justicia. Las frases son realmente pesadas. Tardas cuatro meses por robo y ¡boom! Te mandan a la cárcel por cualquier cosa. Y luego, se dan cuenta de que ya no hay plazas suficientes y entonces crean estupideces, ¡perdón eh!, como vacaciones prolongadas. Para vaciar las cárceles que llenamos del otro lado.”
“La seguridad ya no se puede garantizar debido a la superpoblación”
“¿Pero qué haces afuera durante un mes?”
El interno denuncia el carácter precipitado de la medida, sin una reflexión global sobre las consecuencias. “¿Pero qué haces durante un mes afuera? Si tienes una familia que no tiene dinero, que no tiene nada, que ya está luchando por salir adelante, agravas los problemas sumándote a ellos. ¡Imagínese la cara de un jefe al que le ofrece trabajar cada dos meses! Cuando te vas no tienes derecho al paro, ni al CPAS, ni a nada más. Ni siquiera tienes la supervisión de tu oficial de libertad condicional. No está preparado. Simplemente nos dejan ir. No debería sorprendernos que los muchachos vuelvan a sus pequeños negocios, al robo, a la prostitución… Con un sistema como ese, no sabemos cómo lograr la reintegración.”.
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