Cuatro de las seis plazas ya han sido asignadas a los residentes de Castors porque cumplen los criterios de selección: trabajan entre el 50% y el 70%, tienen potencial de empoderamiento y desean dar este paso.
Tendrán que tomar clases tres tardes a la semana, y podrán valerse por sí mismos por las noches y los fines de semana, explica Ingrid Perrolle, responsable de este proyecto y una de las tres participantes en él. Con 1,5 FTE, esta estructura de empoderamiento también costará mucho menos que la colocación en una institución.
Dos de los nuevos residentes, Laura y Robin, están encantados con su llegada. Robin, 26 años, cocinero en Les Castors, llevaba mucho tiempo esperando este empoderamiento. Para Laura, de 34 años, dedicada a la ofimática por la mañana y a la carpintería por la tarde en los talleres protegidos, tras la alegría del comienzo, ahora hay un poco de preocupación por la implantación de estos nuevos lugares y reglas de vida.
Un certificado clave
Por su parte, la ministra Nathalie Barthoulot recuerda que esta apertura colma un vacío en el sistema del Jura en materia de atención a las personas con discapacidad. Los residentes deberán alcanzar el 80% de los objetivos formativos, y se les ofrecerá un tercer año si no alcanzan el nivel.
Un certificado de salida les permitirá, por ejemplo, alquilar un apartamento más fácilmente si necesitan convencer a los propietarios de su total autonomía.
En el aspecto financiero, los beneficiarios contarán con sus pensiones, prestaciones adicionales y salarios para financiar su estancia. Los Castor sólo están allí para prestar servicios a la CAP, que está bajo la responsabilidad del Estado, precisa Philippe Perriard.
Se pretende que la PAC llegue a ser eventualmente autónoma, al igual que sus residentes. Aún quedan dos plazas libres.