En un congreso sobre la piedad popular en el Mediterráneo, el Papa defendió “un concepto de secularismo que no es estático ni fijo, sino evolutivo y dinámico”. Un laicismo “capaces de adaptarse a situaciones diferentes o imprevistas, y de promover una cooperación constante entre las autoridades civiles y eclesiásticas para el bien de toda la comunidad, cada una dentro de los límites de su competencia y espacio”dijo en el Palacio de Congresos de Ajaccio, en presencia de religiosos y teólogos.
El Papa reconoció que la fe y la práctica están en declive en Europa, donde Córcega tiene un 80% de católicos para 350.000 habitantes, según el Vaticano. “Hoy, especialmente en los países europeos, la cuestión de Dios parece desvanecerse”admitió, pero advirtió contra los análisis “apresurado” de esta decadencia y la “juicios ideológicos que a veces oponen, aún hoy, la cultura cristiana y la cultura laica”.
El laicismo, un concepto consagrado en la Constitución francesa, suscita apasionados debates en Francia entre sus defensores “liberal” donde todos puedan hacer valer su libertad de conciencia siempre que esto no amenace la libertad de los demás, y los partidarios del secularismo “universalista” destinado a emancipar al individuo de las narrativas religiosas.
Si bien también se regocijó por el vigor de la piedad popular en el Mediterráneo, el Papa se alarmó por la «arriesgado» si ella es “contaminado” por “creencias fatalistas o supersticiosas” o “instrumentalizado por grupos que pretenden fortalecer su identidad de manera polémica, alimentando particularismos, oposiciones y actitudes excluyentes”. En Córcega, un nuevo movimiento nacionalista de extrema derecha, Mossa Palatina, se enorgullece de “reafirmar la primacía del catolicismo” y asegura que “Córcega nunca será Lampedusa”esta isla italiana donde desembarcan muchos inmigrantes que han cruzado el Mediterráneo. Un discurso opuesto al del Papa, que defiende la acogida de los inmigrantes.