(SenePlus) – En un análisis que desafía las ideas preconcebidas, Raphaël Chauvancy, alto oficial de las tropas marinas y experto de la Escuela de Guerra Económica, revela cómo la retirada militar francesa de África, lejos de ser una derrota, podría marcar el inicio de una nueva estrategia estratégica. era para París.
La historia comienza con un malentendido histórico. A diferencia de los británicos, que tenían un proyecto colonial claramente definido – enriquecerse – Francia se embarcó en la aventura africana “un poco por casualidad”, según Chauvancy, por simple mimetismo con Londres. Para justificar este “imperio inútil”, París inventó entonces una misión civilizadora, basada en el “proselitismo de valores” y la influencia cultural.
Esta diferencia fundamental explica por qué, una vez completada la descolonización, Francia siguió prisionera de sus bases militares africanas, transformada en una “aldea Potemkin del poder francés”. Estos establecimientos, costosos pero prestigiosos, mantuvieron la ilusión de influencia global al tiempo que alimentaban lo que el analista llama “el complejo de la mancha rosa”, en referencia al color del imperio en los mapas coloniales.
El actual movimiento de retirada militar es parte de una dinámica más profunda que el simple aumento del sentimiento antifrancés. Chauvancy establece un sorprendente paralelismo entre las aspiraciones africanas y europeas contemporáneas: “Los establecimientos militares extranjeros permanentes se perciben ahora en África de la misma manera que la inmigración no deseada en Europa. Como un ataque a la soberanía, a la dignidad nacional”.
Este cambio de mentalidad hace que el antiguo modelo de relación quede obsoleto. El caso de Senegal es emblemático: “Que la democracia senegalesa se sienta lo suficientemente fuerte y segura de sí misma como para prescindir ahora de una presencia militar extranjera es saludable. ¿No era éste el objetivo perseguido por la cooperación bilateral?”
Un importante reposicionamiento estratégico
La retirada militar francesa libera valiosos recursos en un momento crucial. Chauvancy identifica varias prioridades estratégicas que requieren la atención de París: la amenaza rusa en las fronteras orientales de Europa, las turbulencias en el Golfo, la protección de los territorios de ultramar y el mantenimiento de capacidades de intervención rápida.
La presencia rusa en África, percibida como una amenaza, no es, según el analista, más que una “pirámide Ponzi estratégica” que se derrumbará por sí sola una vez “privada del fantasma francés”. Los socios africanos de Moscú pronto descubrirán “hasta qué punto han sido explotados” frente a la “ayuda al desarrollo anecdótica” y las “promesas insostenibles”.
Francia tiene otros activos para mantener su influencia: “primer inversor en el África subsahariana después de China”, puede confiar en su dinámica política cultural, sus redes económicas y sus diásporas. El futuro se escribiría ahora en términos de asociaciones y no de presencia militar.
“Los franceses no pretenden salvar al mundo ni a África, sino participar en la creación de riqueza y seguridad colectiva”, concluye Chauvancy. Este nuevo enfoque, más pragmático, permitiría a Francia liberarse de una posición “relativamente cómoda pero costosa” para desarrollar relaciones más equilibradas, basadas en intereses comunes y no en los fantasmas del pasado colonial.
Este análisis revela cómo un aparente revés puede convertirse en una gran oportunidad estratégica, siempre que aceptemos pasar página de una historia que se ha vuelto anacrónica. Una lección de realismo político que bien podría redefinir el futuro de las relaciones francoafricanas.