La inteligencia artificial (IA) se está consolidando como un actor clave en el panorama educativo del siglo XXI. Desde motores de búsqueda hasta asistentes virtuales y sistemas de recomendación, las herramientas de inteligencia artificial están dando forma profundamente a nuestra relación con el conocimiento y el aprendizaje.
Ante esta observación, resulta tentador ceder a una visión determinista, que oscila entre la utopía de una IA que resolvería todos los desafíos educativos y la distopía de una dependencia alienante de la máquina. Sin embargo, existe un camino intermedio: el del uso reflexivo y proactivo de la IA, donde el alumno mantiene el control de su viaje de aprendizaje mientras aprovecha el poder de las herramientas a su disposición.
Este artículo tiene como objetivo explorar cómo desarrollar nuevas habilidades de metaaprendizaje en la era de la IA, adoptando un enfoque decididamente anclado en las ciencias de la educación y de la información-comunicación, al tiempo que recurre a contribuciones de disciplinas afines como la psicología cognitiva o la filosofía de la ciencia. tecnología.
El objetivo será mostrar que, lejos de hacernos menos inteligentes, la IA puede, por el contrario, constituir una poderosa palanca para “aprender a aprender”, siempre que se cultiven ciertas actitudes y estrategias clave. A través de esta reflexión, emerge en última instancia la posibilidad de una ecología cognitiva humano-máquina, donde la IA se convierte en un socio estimulante al servicio del desarrollo del sujeto que aprende.
La IA como herramienta cognitiva: potencial a explotar
El espectacular progreso de la IA en los últimos años ha abierto nuevas perspectivas para el aprendizaje. Ya sea personalizando contenidos y ritmos según el perfil del alumno, ofreciendo retroalimentación inmediata y adaptada o incluso promoviendo la memorización gracias a algoritmos de repetición espaciada, las herramientas de IA contienen un potencial educativo innegable.(1) Sin embargo, este potencial sólo se aprovechará plenamente si hay es el uso razonado y controlado de estas tecnologías.
De hecho, existe un gran riesgo de ver a los alumnos desarrollar una postura pasiva, o incluso dependiente, hacia las herramientas de IA.(2) Al depender demasiado de la máquina para obtener respuestas listas para usar o recomendaciones llave en mano, el alumno podría perder gradualmente su autonomía. y su capacidad para dirigir su propio aprendizaje. (2) Este es todo el desafío de una apropiación activa y crítica de las herramientas de IA: se trata de considerarlas como recursos al servicio de su desarrollo, y no de considerarlas como recursos al servicio de su desarrollo. como prótesis cognitivas de las que ya no podríamos prescindir.
Aprender metahabilidades en la era de la IA
Entonces, ¿cuáles son estas famosas metahabilidades que los estudiantes del siglo XXI deben cultivar para aprovechar al máximo la IA?(3)
- El primero de ellos es sin duda el arte de formular solicitudes pertinentes. En un mundo donde la información abunda, saber interrogar inteligentemente a las máquinas se convierte en una habilidad clave. Esto requiere definir con precisión sus necesidades de información, identificar las palabras clave más exigentes, pero también refinar sus consultas a través de iteraciones sucesivas. Lejos de ser un proceso mecánico, formular consultas efectivas requiere habilidades metacognitivas de alto nivel.
- Una segunda metahabilidad crítica a desarrollar es el pensamiento crítico ante respuestas generadas por IA. Incluso los algoritmos más eficientes pueden producir resultados sesgados, parciales o erróneos. En lugar de tomar lo que la máquina devuelve al pie de la letra, el alumno debe cultivar una vigilancia constante y someter las respuestas de la IA a un escrutinio riguroso. Esta postura crítica es tanto más importante cuanto que las herramientas de IA pueden transmitir, a menudo sin saberlo, visiones del mundo orientadas que deben ser deconstruidas.(4)
- Tercer eje del desarrollo metacognitivo: cultivar tu curiosidad y tu gusto por la exploración más allá de las sugerencias de la IA. Por más relevantes y personalizadas que sean, las recomendaciones de algoritmos tienden a encerrarnos en burbujas cognitivas al ofrecernos contenido cada vez más cercano a lo que ya sabemos. Para contrarrestar este efecto pernicioso, el alumno debe demostrar audacia intelectual y aventurarse periódicamente fuera de los caminos trillados. Abrirse a autores, disciplinas, paradigmas distintos a los que la IA nos sugiere espontáneamente es un paso imprescindible para mantener viva su capacidad de asombro.
Finalmente, aprender a aprender con IA requiere saber alternar juiciosamente entre fases de razonamiento autónomo y uso ocasional de la máquina. El desafío es encontrar el equilibrio adecuado entre el esfuerzo intelectual que debes realizar por tu cuenta y la ayuda que buscarás de la IA. Cambiar demasiado hacia un lado o hacia el otro sería perjudicial: ya sea negándose a confiar en los recursos que ofrece la IA a riesgo de un gasto cognitivo innecesario e ineficaz, o por el contrario delegando ciegamente el propio razonamiento a la máquina en detrimento de su propia construcción de significado. Saber cómo equilibrar finamente la autonomía y la asistencia es sin duda la metahabilidad integradora más valiosa que se puede adquirir.
Actitudes a adoptar para un uso óptimo de la IA
Más allá de estas metahabilidades específicas, aprender con IA nos invita a cultivar ciertas disposiciones generales que conducen a un uso fructífero de las tecnologías cognitivas. La primera de estas actitudes consiste en considerar a la IA como una compañera de aprendizaje y no como una muleta.(5) Más que esperar pasivamente que la máquina haga nuestro trabajo, se trata de considerarla como un aliado estimulante en la construcción activa de nuestro conocimiento. Esta postura implica definir claramente los roles de cada persona: corresponde al alumno mantener el control de los objetivos y la conducta general de su aprendizaje, a la IA brindarle asistencia puntual y específica.
En la misma línea, el uso de la IA se beneficia al ir acompañado de una mirada reflexiva sobre nuestros propios procesos de aprendizaje.(6)(7) Al observar cómo interactuamos con las herramientas de IA, qué estrategias funcionan o no, qué sesgos pueden manifestarse, desarrollamos una preciosa lucidez metacognitiva. Esta conciencia refinada de nuestro funcionamiento intelectual es una poderosa palanca de empoderamiento, que nos permite ajustar nuestras formas de pensar y aprender en diálogo con la máquina.
Finalmente, aprender con IA implica dominar la incomodidad y la frustración inherentes a todo aprendizaje real. Incluso con las mejores herramientas del mundo, el aprendizaje sigue siendo un proceso exigente, a veces ingrato, que implica tolerar fases de duda y vacilación. Al darnos la ilusión de un acceso inmediato y sin esfuerzo al conocimiento, la IA puede hacernos perder de vista esta realidad. Resistir a la tentación de todo, consentir inmediatamente en la fructífera lentitud del aprendizaje en profundidad: ¡ésta es quizás la actitud más esencial a cultivar en la era de la IA!
Cuestiones pedagógicas y educativas.
Estas vías de reflexión conducen naturalmente a cuestiones muy concretas para los agentes educativos. En primer lugar, los profesores tienen un papel importante que desempeñar a la hora de apoyar a los estudiantes en el uso adecuado de la IA. Más que ignorar o demonizar estas herramientas, se trata, por el contrario, de integrarlas plenamente en la relación educativa para convertirlas en palancas de empoderamiento.
Se trata, en particular, de momentos de discusión y de información sobre las experiencias de los estudiantes con la IA, de la explicación de las metahabilidades que deben desarrollarse, pero también de la ejemplificación por parte del propio profesor de una actitud crítica y reflexiva sobre estas tecnologías.(8)
En términos más generales, todo el plan de estudios de formación se beneficia de la integración de una reflexión profunda sobre el lugar de la IA. Más allá del uso práctico de las herramientas, es importante que los estudiantes sean conscientes de las cuestiones epistemológicas, éticas y sociales de la IA. Esto puede implicar una enseñanza dedicada, pero también mediante la integración de preguntas sobre la IA en el corazón mismo de las disciplinas.
“¿Qué concepción del conocimiento subyace a este algoritmo?”
“¿Cuáles son los límites de un sistema de recomendación en mi campo?”
“¿Cómo altera la IA las prácticas profesionales a las que estoy destinado?”
Tantas preguntas que merecen ser trabajadas a lo largo del curso de formación.
A través de esta proliferación de problemas, en última instancia está surgiendo una dirección más global: la de una verdadera ecología cognitiva humano-máquina, donde la IA es parte de una red de asociación al servicio del aprendizaje.
Desde esta perspectiva, ya no se trata de oponer la inteligencia natural y la artificial, sino, por el contrario, de pensarlas en su complementariedad y sus posibles sinergias. El desafío es ir más allá de un enfoque tecnocéntrico centrado únicamente en el rendimiento de la máquina, para pensar en lo que podría ser una IA verdaderamente potenciadora para el desarrollo cognitivo humano. Equipar, ampliar y aumentar la inteligencia humana en lugar de reemplazarla: tal es el desafío de una IA que se ponga decididamente al servicio del alumno y de su capacidad de aprender.
un potencial
Al final de este viaje, parece que la llegada de la IA a la esfera educativa conlleva un tremendo potencial, siempre y cuando no sigamos felizmente fascinados por las proezas tecnológicas. La IA sólo será una verdadera palanca para el aprendizaje si se utiliza de manera reflexiva y proactiva, respaldada por el desarrollo de metahabilidades apropiadas y actitudes favorables. Está en juego la capacidad del alumno para seguir siendo dueño de su destino cognitivo en una era de automatización desenfrenada.
En última instancia, este es quizás el mensaje esencial de esta reflexión: en la era de la IA, aprender a aprender consiste más que nunca en aprender a seguir siendo humanos, en lo que es más precioso e importante para nuestra inteligencia. Creatividad, pensamiento crítico, reflexividad, capacidad de diálogo y colaboración: tantas disposiciones verdaderamente humanas que la IA puede estimular y enriquecer, siempre que no se deleguen ciegamente a la máquina. Depende de nosotros construir una IA con rostro humano, que sea un aliado solidario y exigente en el difícil aprendizaje de uno mismo.
Ilustración: generada por IA – Flavien Albarras
Referencias
1.Inteligencia artificial en la educación, [sans date]. Academia de París [en ligne]. Disponible en: https://www.ac-paris.fr/l-intelligence-artificielle-dans-l-education-130992 [Consulté le 28 novembre 2024].
2.ZOUINAR, Moustafa, 2020. Avances en Inteligencia Artificial: ¿cuáles son los desafíos para la actividad humana y la relación Hombre-Máquina en el trabajo? Actividades [en ligne]. 15 de abril de 2020. N° 17‑1. DOI 10.4000/actividades.4941. [Consulté le 29 novembre 2024].
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