Boleto. ¡Olvídate del plátano, lee!

Boleto. ¡Olvídate del plátano, lee!
Boleto. ¡Olvídate del plátano, lee!
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Si quieres estar tranquilo (y rico), hazlo simple. Ésta es la moraleja de la semana cultural que ha transcurrido. Gran ganador, Maurizio Cattelan vendió una obra el miércoles… 6,2 millones de euros. Piensas en un cuadro admirable, pintado durante días. Límite, tenemos en mente a un Renoir envejecido, con un poncho sobre los hombros y los dedos lisiados por la artritis. Está usted equivocado. Cattelan no se esforzó demasiado. Compró pegamento y un plátano, pegó la fruta a la pared: vale 6,2 millones. Según él, esta obra pretende cuestionar el valor del arte. ¡Nos preguntamos Mauricio! Pero a menos que creamos que todos tenemos que empezar a cultivar plátanos para hacernos ricos (en Bercy, es una forma de pagar nuestra deuda), no le vemos el sentido. Si no es para generar expectación, a un costo menor.

Porque para los artistas que decidieron devanarse un poco más los sesos, la semana fue menos divertida. Kamel Daoud y Boualem Sansal, dos escritores franco-argelinos publicados en la colección Blanche de Gallimard, disculpen, tienen un talento indiscutible. O más bien sí, discutible, porque eso es lo que normalmente hacemos con los libros aclamados por la crítica. Admiramos el estilo, a veces nos molesta lo que se dice entre líneas, pero nos alegramos de que la literatura nos enaltezca. Excepto en países donde una pluma se considera un arma que hay que desactivar. Argelia prohibió así el libro del primero y socavó su reputación. Fue más allá con el segundo, desaparecido desde su detención en Argel.

Olvidemos la historia del plátano, es este arte, que merece amenazas para sus autores, el que debemos interesarnos. El plátano terminará en la basura de todos modos. Si bien debemos esperar que los libros de los dos escritores acaben en muchas manos, una historia en la que el oscurantismo no gana.

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