La cuestión del agua, un recurso precioso pero limitado, se está volviendo cada vez más crucial en un mundo azotado por el cambio climático y el crecimiento demográfico. Cada producto que consumimos (desde los alimentos que comemos hasta la ropa que usamos) tiene una huella hídrica que a menudo se pasa por alto, pero es significativa. La agricultura, el pilar de la seguridad alimentaria mundial, consume por sí sola el 72% del agua dulce disponible, según un informe de la FAO. Sin embargo, esta industria esencial también es víctima de la crisis del agua.
El arroz, alimento básico para miles de millones de personas, por sí solo encarna esta paradoja. Para producir un kilogramo de arroz se necesitan una media de 1.144 litros de agua, según la Water Footprint Network (WFN). Sin embargo, los principales productores (China, India, Indonesia y Bangladesh) están ubicados en regiones donde la disponibilidad de agua per cápita es una de las más bajas del mundo. Sin embargo, la producción de arroz sigue aumentando y se espera que alcance un récord de 537 millones de toneladas en 2024-2025.
La caña de azúcar, esencial para la industria azucarera y de los biocombustibles, es igualmente exigente: 1.280 litros de agua por kilogramo en promedio. Brasil, el mayor productor del mundo, enfrenta desafíos crecientes, entre sequías históricas e inundaciones recientes. Aunque la industria está tratando de reducir su uso de agua, su impacto en las comunidades locales sigue siendo motivo de preocupación.
La soja, cuya producción mundial alcanza los 176,6 millones de toneladas, consume una media de 1.600 litros de agua por kilogramo. La expansión de este cultivo en la Amazonia brasileña genera preocupación, particularmente debido a la deforestación y las sequías agravadas por el manejo insostenible de la tierra.
Cuando el agua se convierte en un lujo: el algodón y el aguacate bajo fuego
El algodón ilustra el impacto catastrófico de una gestión inadecuada del agua. El secado del mar de Aral, que alguna vez fue el cuarto lago más grande del mundo, es un ejemplo infame. Con una huella hídrica promedio de 6.055 litros por kilogramo, el algodón sigue siendo esencial para la industria textil, pero a costa de graves consecuencias ambientales y humanas, particularmente en India y Uzbekistán.
En cuanto al aguacate, apodado “oro verde”, requiere una media de 938 litros de agua por kilogramo. Regiones productoras como Michoacán en México o Petorca en Chile, que ya enfrentan sequías extremas, están experimentando una mayor presión sobre sus recursos hídricos, lo que afecta directamente a las comunidades locales.
La crisis del agua va más allá de la agricultura. Requiere una gobernanza reforzada y una conciencia colectiva. Patricia Mejías, experta de la FAO, destaca la complejidad del problema, mientras que Álvaro Lario, presidente de ONU-Agua, recuerda que sólo el 0,05% del agua disponible es utilizable.
Lea también: Arándanos: Manejo de cosecha y poscosecha
Los consumidores tienen un papel clave que desempeñar al favorecer los productos procedentes de cultivos responsables. Pero esto no es suficiente: las reformas estructurales, las innovaciones tecnológicas y la colaboración internacional son esenciales para preservar este recurso vital.
Porque, como resume Rick Hogeboom, presidente de la WFN, “el agua es limitada. Debemos protegerlo juntos, para hoy y para las generaciones futuras”.