En el tribunal penal de Vaucluse,
Durante más de diez semanas, el tribunal penal de Vaucluse se sumió en la oscuridad. Día tras día, interrogatorio tras interrogatorio, vídeo tras vídeo, intentó comprender quiénes son “los cincuenta de Mazan”, estos hombres invitados por Dominique Pelicot para violar a su esposa drogada sin su conocimiento. Y sobre todo, ¿por qué vinieron? ¿Por qué no se dieron la vuelta cuando vieron a la víctima profundamente dormida, a menudo roncando ruidosamente, en la cama del dormitorio conyugal? Todos fueron declarados penalmente responsables. Según los expertos que comparecieron en el estrado, tenían los medios para comprender la situación. Sin embargo, ninguno de ellos se rindió. Ninguno denunció los hechos. Y muchos -un poco más que la mayoría- persisten en negarlo.
Esta primera fase del juicio (ahora es el momento de la acusación y los alegatos) termina con una muestra de asuntos pendientes. La propia Gisèle Pelicot no ocultó su enfado por las desmentidas de los acusados, denunciando su “cobardía”. “Podrían haber detenido todo en cualquier momento”, insistió, denunciando una sociedad que trivializa la violación. El ritmo particularmente rápido del proceso no permitió comprender con precisión los motivos del acto, aunque surgieron ciertos elementos de respuesta. “No podemos examinar a los 51 acusados como una población homogénea”, insistió el doctor Laurent Layet en el tribunal.
El psiquiatra examinó a una veintena de acusados, empezando por Dominique Pelicot. Para él, no hay duda, estos hombres “no son monstruos, porque la mayoría –no todos– no tienen el perfil de un violador en serie”, explicó el 7 de noviembre. La mayoría tiene características sociales normales. Un trabajo, una familia, relaciones sociales. El psicólogo Alain Dumez no dice más: “no existe ningún perfil típico”, insiste el experto del colegio. Los hombres que tuvo que evaluar son “personalidades normales”.
“Cualquier posibilidad de acción”
¿Cómo podemos entonces explicar el acto? Si bien hay tantas jurisdicciones como acusados, Jérôme V., de 46 años, es el primero en haber confesado lo que le impulsó a ir a Mazan. Y volvió sobre ello seis veces, entre marzo y junio de 2020. A diferencia de muchos, admitió que sabía que Gisèle Pelicot estaba drogada sin su conocimiento, era consciente del carácter “ilegal” e “inmoral” de la situación. Pero este hombre, sumido en una adicción sexual, explica que le atraía el hecho de tener “todas las posibilidades de acción”. En definitiva: poder disponer del cuerpo de la víctima como quisiera.
Cédric G. también lo confesó todo, explicando que lo presionaron por una “curiosidad enfermiza”. Sabía muy bien, cuando fue a Mazan, que iba allí para cometer una violación, reconoció el hombre que se define como “alumno” de Dominique Pelicot. Ambos consideraron reproducir esta presentación química sobre la pareja de Cédric G. antes de que se dé por vencido.
Sin embargo, estas observaciones son una excepción en la letanía de justificaciones. La gran mayoría de los acusados creen haber sido atrapados por Dominique Pelicot. Algunos dicen que fueron drogados por él, muchos se escudan en un “escenario libertino”, repiten una y otra vez que no tenían intención de violar. Romain V., de 63 años, que ha venido seis veces a Mazan, se describe a sí mismo como un “zombi a control remoto”, asegurando que “confiaba en su marido”. “En ese momento no me hice la pregunta. No se me ocurrió que un marido pudiera drogar a su esposa. No se me ocurrió”, explicó Adrien L. Al mando, este treintañero precisó que Dominique Pelicot le había confiado “en confianza”. “Él logró llevarme a donde quería. » Otros, como Simoné M., ex vecina de la pareja, se sintieron en una “trampa”.
Sesgo de confirmación cognitiva
Según Alain Dumez, existe efectivamente una relación asimétrica entre el acusado y Dominique Pelicot, porque es “él quien ofrece un saber hacer, un modus operandi”, precisa el experto. Su homólogo, Laurent Chaïb, también cree que el acusado podría haber tenido un “sesgo de confirmación cognitiva”. Y para aclarar: “Si esperamos una situación, nuestro cerebro descartará aquello que no vaya en la dirección de nuestra interpretación. » En resumen: si me dicen que la situación es verde cuando en realidad es negra, tenderé a ver señales que confirman que es verde. “Pero en algún momento habrá una señal de alarma”, insiste el experto. Si los acusados pudieron haber sido engañados por Dominique Pelicot durante sus primeros intercambios, es difícil explicar por qué no reaccionaron al ver a la víctima inanimada.
“El violador no es sistemáticamente un depredador sexual”, continúa el psiquiatra Mathieu Lacambre. Examinó a Charly A., uno de los acusados más jóvenes, que había venido seis veces a Mazán. Este último discutió con Dominique Pelicot la posibilidad de reproducir los hechos sobre su madre. Sin embargo, el experto estimó que Charly A. “no es un cazador que busca presas”. Los psicólogos y psiquiatras que se han sucedido en el colegio ven sobre todo factores de “oportunidad” en el acto de actuar. “Existe la posibilidad de acceder fácilmente al placer sexual”, resume Laurent Chaïb. Quizás también sea porque las explicaciones son tan prosaicas que es imposible establecer un retrato compuesto de los “hombres de Mazan”.