Miércoles 20 de noviembre de 2024 a las 22:05 horas.
Río de Janeiro – La presidencia brasileña del G20 concluyó el martes con un resultado que algunos califican de éxito para el multilateralismo, en un mundo dividido por profundas fracturas geopolíticas.
Al final de un primer día de intensos debates en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro, los líderes del G20 adoptaron la declaración final, marcando un retorno al consenso después de dos años de estancamiento. Fue un triunfo para la diplomacia del Presidente Lula da Silva, quien pudo presentar su visión de una gobernanza global más inclusiva y un mundo más justo y sostenible.
“Hemos trabajado duro, aunque conscientes de que sólo hemos arañado la superficie de los profundos desafíos que enfrenta el mundo”, admitió, sin embargo, Lula.
El documento aborda cuestiones espinosas, incluidos los conflictos en Oriente Medio y Ucrania, al tiempo que apoya un alto el fuego en Gaza y el Líbano. También respalda la idea de reformas para hacer la gobernanza global más eficiente y representativa, así como de cooperar para gravar “eficazmente” a las personas muy ricas, iniciativas promovidas por Lula para reducir las desigualdades y aclamadas como un paso “histórico”.
Este consenso fue bien recibido por los observadores. Según Ronaldo Carmona, analista del Centro Brasileño de Relaciones Internacionales, el resultado de esta declaración refleja un logro notable en un contexto de polarización global exacerbada entre el G7 y la OTAN, por un lado, y las economías emergentes agrupadas en los BRICS, por el otro. el otro.
“La crisis del multilateralismo es estructural. Lograr una declaración conjunta, a pesar de la radicalización actual, particularmente sobre la guerra en Ucrania, es un éxito de la presidencia brasileña”, afirmó, subrayando que el G20 sigue siendo el único espacio donde estos bloques aún pueden dialogar.
La adopción de la declaración refleja la capacidad de Lula para influir en el diálogo multilateral y unir a naciones como Estados Unidos, Rusia, China y Alemania. Incluso la Argentina de Javier Milei, inicialmente escéptica, acabó apoyando el texto gracias a la mediación concertada de Joe Biden y Xi Jinping, evitando así el aislamiento diplomático.
“Oponerse a este texto habría aislado a Milei, no sólo de Brasil, sino también de todo el G20”, explicó Roberto Goulart Menezes, profesor de relaciones internacionales de la Universidad de Brasilia.
Uno de los grandes resultados fue el lanzamiento de la Alianza contra el Hambre y la Pobreza. Esta iniciativa, que ya reúne a 148 miembros, incluidos 82 países, pretende llegar a 500 millones de personas de aquí a 2030.
“Éste será nuestro mayor legado”, afirmó Lula, un ex trabajador que hizo de la lucha contra la pobreza una lucha personal.
“Una verdadera lucha global. Debe continuar”, escribió Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea sobre X, mientras el primer ministro indio, Narendra Modi, elogió el papel de esta iniciativa para la seguridad alimentaria y la mejora de las condiciones de los más vulnerables.
Si bien es cierto que Brasil ha sabido aprovechar su presidencia del G20 para llevar a cabo proyectos audaces, las ambiciones climáticas siguen siendo apagadas. A tres días del final de la COP29 en Bakú, Azerbaiyán, la cumbre no logró dar un impulso decisivo, mientras el bloque representa el 80% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero y representa el 85% del PIB global.
No obstante, Lula instó a los líderes a actuar, calificándolo de “lucha por la supervivencia”.
Mientras Sudáfrica ha tomado las riendas del G20, Brasil se prepara para asumir otros desafíos el próximo año: la presidencia de los BRICS y la celebración de la COP30 en Belém, en el corazón de la Amazonía.