La especie, principal vector de la malaria en las ciudades indias e iraníes, fue detectada por primera vez en África, en Djibouti, en 2012.
Este pequeño país del Cuerno de África, que prácticamente había erradicado la enfermedad (27 casos ese año), vio cómo el número de casos volvía a aumentar, superando los 70.000 en 2020.
Luego llegó a la vecina Etiopía, provocando, según la OMS, un “aumento sin precedentes” del número de casos, de 4,1 millones y 527 muertes el año pasado a 7,3 millones de casos y 1.157 muertes entre el 1 de enero y el 20 de octubre de 2024.
Este mosquito, que se reproduce en depósitos de agua urbanos, canalones y equipos de aire acondicionado, es muy resistente a los insecticidas y pica más temprano por la noche que otras especies, lo que pone en duda el papel de las mosquiteras, la herramienta más eficaz hasta el momento contra la enfermedad. .
“La invasión y propagación de Anopheles stephensi tiene el potencial de alterar el panorama de la malaria en África y revertir décadas de progreso en la lucha contra esta enfermedad”estima Meera Venkatesan, jefa de la división de malaria de la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional (USAID).
África representó el 95% de los 244 millones de casos y 608.000 muertes por malaria en todo el mundo en 2022, según los datos más recientes de la Organización Mundial de la Salud.
“Se necesita investigación”
Los expertos temen que este mosquito urbano pueda llegar a ciudades densamente pobladas como Mombasa, la segunda ciudad de Kenia, y Jartum, la capital de Sudán. Según un estudio de 2020, podría afectar a 126 millones de habitantes urbanos en toda África.
Hace apenas un mes, la OMS declaró a Egipto libre de malaria después de más de un siglo de lucha contra la enfermedad, un estatus que podría verse amenazado si llega Anopheles stephensi.
Quedan muchas incógnitas sobre esta especie.
Su presencia fue confirmada en Kenia a finales de 2022 pero por el momento parece haber permanecido en zonas cálidas y secas, sin llegar a Nairobi, la capital situada a gran altura.
“Aún no conocemos del todo la biología y el comportamiento de este mosquito”subraya Charles Mbogo, presidente de la Asociación Panafricana para el Control de Mosquitos: “Es posible que esté relacionado con el clima y requiera altas temperaturas. Se necesita mucha más investigación”..
Según Mbogo, es necesario movilizar más fondos para capturar y estudiar estos mosquitos y concienciar sobre las medidas de prevención, como cubrir los contenedores de agua.
Múltiples amenazas
El riesgo de una mayor propagación de la enfermedad se suma a otras tendencias preocupantes, como la malaria resistente al tratamiento que se observa en Uganda, Ruanda, Tanzania y Eritrea.
“La llegada de la resistencia (a las drogas) es inminente”afirma la responsable de enfermedades tropicales y transmitidas por vectores en África de la OMS, Dorothy Achu, subrayando que la OMS está trabajando con los países afectados para diversificar los programas de tratamiento y retrasar este fenómeno.
Una nueva variante de la malaria también está evadiendo las pruebas utilizadas para diagnosticar la enfermedad.
“El aumento de la transmisión causada por Stephensi podría contribuir potencialmente a acelerar la propagación de otras amenazas”estima Meera Venkatesan.
Ante la falta de coordinación entre los gobiernos africanos, la OMS trabaja para desarrollar “un enfoque más continental”subraya la señora Achu.
Para el señor Mbogo, lo que se necesita sobre todo es “mayor voluntad política”.
“Compartimos información como científicos con colegas de países vecinos”subraya. “Pero tenemos que llegar a un nivel superior”.