Lula, o las ambiciones frustradas de Brasil en el centro del juego

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El presidente brasileño Lula asiste a una ceremonia en el Palacio Planalto de Brasilia el 6 de noviembre de 2024. ADRIANO MACHADO / REUTERS

Luiz Inácio Lula da Silva lleva mucho tiempo preparándose para este encuentro. Los días 18 y 19 de noviembre será en Río de Janeiro donde los líderes mundiales se reunirán para la cumbre del G20. Este es un evento como a él le gustan: teatral y unificador, con el Corcovado y el Pan de Azúcar de fondo, consigo mismo, con una sonrisa en los labios y el pulgar hacia arriba, justo en el centro de la foto. El presidente brasileño podrá saborear su consagración.

“¡Brasil ha vuelto!” »repite a cualquiera que quiera escucharlo. Atrás quedaron los tiempos de la extrema derecha de Jair Bolsonaro (2019-2022), considerado un auténtico paria a nivel internacional. Desde su reelección en octubre de 2022, Lula visitó treinta y dos países y pasó más de dos meses y medio en el extranjero. Incluyendo sus dos primeros mandatos (2003-2010), habrá realizado 139 viajes a 80 Estados y llegado hasta la Antártida. ¿Cuántos líderes pueden presumir de tal experiencia?

Lula siempre ha soñado con hacer de su país un actor destacado en el escenario mundial. “¡Estamos decididos a transformar Brasil en un gran país! »proclamó nuevamente en junio, en un discurso pronunciado en Río. Una ambición, e incluso un gran designio, que pretende mantener en alto durante el próximo G20, aunque ensombrecido por el regreso a la Casa Blanca de Donald Trump.

Al brasileño le gusta hablar de su “década dorada” Envalentonado por un fuerte crecimiento, Brasil se estableció entonces en el centro del juego geopolítico. Lula ganó rápidamente la organización del Mundial de Fútbol de 2014 y de los Juegos Olímpicos de 2016. Participó en la creación del grupo BRIC en 2009 (que se convirtió en BRICS tras la entrada de África del Sur en 2011). el ascenso del G20 en 2008, durante la crisis financiera. En 2004 obtuvo para su país el mando de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití, cuyos resultados fueron ciertamente decepcionantes y muy criticados.

“Capaz de romper el hielo con cualquiera”

Lula quiere ser la voz de un Sur global que todavía está en su infancia, particularmente durante las negociaciones en la Organización Mundial del Comercio. Para estructurar este “bloque” en ciernes, está impulsando la creación de cumbres interregionales entre América del Sur y los países árabes o África. Es uno de los padres de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), formada en 2008 y que reúne a los doce países de América del Sur. Al igual que la Unión Europea (UE), entonces referencia para Lula, incluiría un banco e incluso un Parlamento, con sede en Cochabamba (Bolivia). Pero estas instituciones nunca verán la luz: en el transcurso de las crisis políticas, varios países abandonan la Unasur o se desconectan de ella.

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