Durante esta intervención, Bourita reveló que el Reino dispone de “datos concretos” sobre las intenciones de Argelia de iniciar un enfrentamiento armado. Según él, las acciones de Argel “delatan un deseo de confrontación y de ruptura”, apuntando específicamente a Marruecos en el contexto de sus recientes avances diplomáticos en la cuestión del Sáhara. Estas declaraciones francas y sin precedentes se apartan del tono diplomático habitual y expresan la gravedad del momento, marcando una ruptura con enfoques pasados de simples comunicados de desaprobación.
Un contexto de rivalidades geopolíticas exacerbadas
Marruecos percibe esta escalada como un intento de distraer a los argelinos de las crisis internas del país. Desde 2019, Argelia atraviesa un período de turbulencias marcado por el Hirak y por dificultades socioeconómicas cada vez más agudas. La crisis de escasez de productos de primera necesidad y el aumento de las reivindicaciones populares han aumentado la presión sobre el gobierno argelino que, según algunos observadores, aprovecha la cuestión marroquí-argelina para agitar el sentimiento nacionalista y canalizar así las tensiones hacia “el enemigo exterior”. .
En su discurso del 6 de noviembre, SM el Rey Mohammed VI subrayó esta estrategia, denunciando a quienes “utilizan el asunto del Sáhara como pantalla para ocultar sus propios problemas internos”. En este sentido, el aumento de las tensiones con Marruecos podría constituir una vía de escape para Argel, permitiendo al régimen reorientar el debate público en torno a una amenaza externa y fortalecer su propia legitimidad.
Un refuerzo militar de doble filo
Desde entonces, Marruecos ha emprendido un importante programa para modernizar sus Fuerzas Armadas Reales (FAR), fortaleciendo su defensa mediante nuevas adquisiciones de equipos sofisticados y desarrollando una industria militar nacional. Sin embargo, este redespliegue estratégico, iniciado para hacer frente a amenazas crecientes, alimenta las aprensiones de Argel y contribuye al clima de desconfianza mutua.
La actitud de Marruecos hacia su vecino oriental siempre ha estado marcada por una política de “mano extendida”, a pesar de unas relaciones complejas y una historia de tensiones. Sin embargo, las advertencias de Nasser Bourita reflejan un cambio hacia una postura de mayor vigilancia.