Inundaciones en Valencia: contrarreloj para enterrar a las víctimas

Inundaciones en Valencia: contrarreloj para enterrar a las víctimas
Inundaciones en Valencia: contrarreloj para enterrar a las víctimas
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Cementerios inundados, funerarias arrasadas, coches fúnebres arrasados… A medida que llega el momento de enterrar a las decenas de muertos por las inundaciones que asolaron España, se acumulan las dificultades para los servicios funerarios, más de una semana después de la catástrofe.

Las lluvias torrenciales caídas en el sureste del país, principalmente en la región de Valencia, han causado al menos 219 víctimas y más de 80 cadáveres ya han sido entregados a sus familias, según las autoridades judiciales.

Pero muchos cementerios, como el de Massanassa, en las afueras de Valencia, todavía están cubiertos de barro y escombros y no pueden albergar adecuadamente a los difuntos. La prueba de la magnitud de la inundación es que el agua logró sacar de sus bisagras las grandes puertas de hierro de 700 kilos que marcan la entrada a este cementerio que data de 1889. Un desafío para los empleados, que deben restaurar el lugar.

Desde el 29 de octubre, siete vecinos han fallecido en la localidad, tres por causas naturales y cuatro por inundaciones. Pero ninguno pudo ser enterrado. Y el tiempo se acaba, el estado de los cuerpos de las víctimas del mal tiempo no es bueno.

Actualmente es posible realizar cremaciones o entierros en la ciudad de Valencia, a salvo de las inundaciones. Pero en España la gente generalmente quiere enterrar a sus seres queridos en criptas o en nichos de cremación familiares.

“Mis padres deben estar juntos”, dijo Juan Monrabal, vecino de Catarroja, al diario local “Las Provincias”. Le sugirieron que enterrara a su madre, que murió en las inundaciones, en otro cementerio y luego la trasladara junto a su padre. Pero la legislación no permite que esto se haga antes de 10 años, y él, que tiene 54 años, teme morir antes.

En su establecimiento de Catarroja, el tanatorio Lápidas Casañ también afronta una situación complicada. “Se ha parado el trabajo, estamos limpiando”, explica Arturo Casañ, 59 años, hijo del fundador. En los últimos días recibió un pedido de lápidas, pero hasta el momento no ha podido cumplirlo. “Creo que pasarán dos, tres o cuatro semanas antes de que las cosas mejoren. Primero están las casas, luego los cementerios”, explica.

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