El agua y el barro arrasaron con todo lo que encontraron a su paso. Coches, postes eléctricos, muebles, vidas humanas, etc. Aunque parte de la región de Valencia sigue en alerta roja, el número de muertos por las inundaciones que afectan al sur de España desde el martes asciende a 158. Bajo la lluvia que sigue cayendo, los servicios de emergencia siguen buscando a decenas de personas desaparecidas.
El gobierno ha declarado un luto nacional de tres días, mientras en los canales de noticias siguen repitiéndose imágenes de decenas de coches arrastrados por el agua fangosa en las calles. ¿Cómo podemos explicar la magnitud del desastre? Varios factores entran en juego y se han combinado: el calentamiento global, la geografía regional, el hormigonado masivo y el deficiente servicio de alerta.
Un desastre típico del calentamiento global
Para comprender la violencia misma de las lluvias que afectaron a la Comunidad Valenciana, es necesario precisar la naturaleza del fenómeno meteorológico que se produjo. “Estamos en presencia de una gota fría, es decir, una bolsa de aire frío en altitud que se encuentra con aire caliente que asciende”, explica 20 minutos Freddy Bouchet, climatólogo, director de investigaciones del CNRS y profesor adscrito a la ENS PSL. “El aire caliente llega del sur y recoge humedad a su paso por el Mediterráneo, que permanece especialmente caliente”, explica María Antonieta Méliéres, física y climatóloga. Este aire cálido “asciende al llegar a las estribaciones de las montañas” y choca con un “techo frío”. Se trata de la famosa gota fría, que se ha desprendido antes de la “corriente polar” y forma una “bolsa densa que desciende”, añade Célia Fontaine, formadora de la asociación Fresque du Climat.
El encuentro de esta afluencia de aire cálido y húmedo con el “techo frío” estable provoca “lluvias intensas y renovadas”, concluye María Antonieta Méliéres. Un fenómeno idéntico a los episodios de Cevennes, y que no es inusual en España, coinciden nuestros tres expertos. Pero “con el cambio climático, estos acontecimientos se producirán con mayor frecuencia y violencia, esto es sólo el comienzo”, advierte Célia Fontaine. “De todos modos, tendremos un aumento de estos fenómenos extremos”, coincide María Antonieta Méliéres. El episodio vivido en Ardèche hace dos semanas es un ejemplo perfecto. “Hoy en día, las precipitaciones son entre un 10 y un 15 % más intensas que en un clima sin calentamiento”, afirma Freddy Bouchet. Y en un Mediterráneo que se calienta más rápido que la media mundial, no ha dejado de llover.
Montaña y hormigón, matrices de deslaves
No se puede ignorar la topología de la región de Valencia para tener en cuenta la magnitud de las inundaciones. Como señala María Antonieta Méliéres, la presencia de estribaciones montañosas es un elemento del encuentro entre masas de aire y, por tanto, de la aparición de lluvia. “Este tipo de alivio se encuentra en casi todas partes del Mediterráneo; podría haber ocurrido también en Perpiñán o en Niza”, comenta Freddy Bouchet. Sin embargo, la geografía no es en sí misma un “factor determinante” para explicar las inundaciones, si no tenemos en cuenta la urbanización de la Comunitat Valenciana.
“Hay pequeños pueblos encaramados en las montañas, rodeados de muchos pequeños ríos y con una fuerte urbanización”, subraya Célia Fontaine. “En cincuenta y cinco años, la aglomeración de Valence ha destruido 9.000 hectáreas de huertos debido a la acción de la urbanización”, es decir, la superficie intramuros de París. https://twitter.com/ClementGaill/status/1851664777933664680. Entre cemento, sequía y suelos arcillosos expuestos, además de una vegetación cada vez más reducida, los suelos impermeables no pudieron soportar “un año de lluvia que cae en pocas horas”. “Los pequeños riachuelos se desbordaron y la lluvia se llevó el barro que había en el fondo”, continúa Célia Fontaine, llevándolo hacia las calles asfaltadas de la aglomeración de Valence, la tercera ciudad más poblada de España.
Un mensaje de alerta muy tardío
A estos factores que se han vuelto estructurales hay que añadir un granito de arena en la máquina. Aunque la agencia meteorológica española (Aemet) emitió una “alerta roja” a las 7 de la mañana, los servicios de la región tardaron en reaccionar. El Centro Integrado de Coordinación Operativa (Cecopi), encargado de coordinar las acciones de rescate, recién entró en funcionamiento alrededor de las cinco de la tarde, cuando ya caía la lluvia. Peor aún, el mensaje de alerta de Protección Civil, equivalente al sistema FR-Alert, sólo se envió a los habitantes de Valencia a las 20.00 horas, e incluso a las 21.00 horas en determinados pueblos, señala. El Pais.
Nuestro expediente sobre el cambio climático
Demasiado tarde para decirle a la gente que no abandone sus hogares. Durante todo el día, a pesar del peligro, los vecinos fueron a trabajar, tomaron sus coches y muchos de ellos se vieron en atascos cuando los ríos se desbordaron. “Por supuesto que necesitamos una buena prevención, buenas previsiones y un buen sistema de alerta. Pero el riesgo es buscar un chivo expiatorio”, señala Freddy Bouchet. Tras las inundaciones de Cannes en septiembre, el alcalde David Lisnard “atacó a Météo-France de manera injustificada”, protesta el climatólogo, pero “la responsabilidad está muy arriba, en la negación del calentamiento global y de las necesidades de adaptación”. Porque vendrán más inundaciones.