Cómo la Met Gala se convirtió en el lugar de encuentro de los excesos, con sus vestidos excéntricos y su entrada de 75.000 dólares

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Gigi Hadid con un vestido de Thom Browne en la Met Gala de Nueva York el 6 de mayo de 2024. Ángela Weiss/AFP

Lana Del Rey como McQueen, atrapada en velos beige bordados con zarzas, algunos de los cuales cuelgan sobre su cabeza como un mosquitero. Aya Nakamura, con un vestido firmado Balmain y decorado con flores de cristal. Gigi Hadid con un vestido corsé de Thom Browne, con una cola gigantesca, cubierta de rosas amarillas en 3D enredadas… He aquí algunos ejemplos de los looks que pudimos ver, el lunes 6 de mayo por la noche, en Nueva York para la gala del Museo Metropolitano de Arte (Met). La mayoría respetó el código de vestimenta “El jardín del tiempo”, que recuerda la exposición “Bellezas durmientes: el despertar de la moda”, inaugurada esa noche por las estrellas, oficialmente abierta al público a partir del 10 de mayo.

Es difícil escapar de las imágenes de la Met Gala que inundan los medios y las redes sociales cada año el primer lunes de mayo. Esta velada benéfica neoyorquina se ha convertido en un acontecimiento internacional cuya influencia va mucho más allá de las fronteras de la moda, del mismo modo que el Festival de Cannes no sólo es seguido por los cinéfilos.

Lanzada en 1948 por la periodista Eleanor Lambert, la Met Gala tiene como objetivo recaudar fondos para el Costume Institute, el departamento de moda del museo de arte más grande de Estados Unidos. Las instituciones culturales americanas dependen menos de las subvenciones públicas que en Francia, el Instituto del Traje no sólo debe financiar sus operaciones, sino también pagar el alquiler al Met… de ahí la creación de una gala benéfica. En 2023 se habían recaudado 22 millones de dólares (20,44 millones de euros). Un record.

Antes de llegar allí, sus inicios fueron modestos: en 1948, la entrada costaba 50 dólares, los invitados se limitaban a la alta sociedad neoyorquina y la industria de la moda local, el lugar cambiaba cada año. Ésta no es más que una cena benéfica entre muchas otras.

Cuando Diana Vreeland, ex editora en jefe de Moda Estadounidense, convertida en asesora especial del Instituto del Traje, entre 1972 y 1989 sentó las bases de la receta que lo convertiría en un acontecimiento popular: atraer a estrellas –Andy Warhol, Diana Ross, Cher–, devolver la velada al museo. y vincular la gala con el lanzamiento de una exposición de moda temática.

“Asistí cuando trabajaba en la revista Nueva York [dans les années 1980]y fue la fiesta más increíble que he visto jamásrecuerda Anna Wintour, ahora directora editorial del grupo Conde Nast. METROa mí Vreeland aportó una verdadera sensación de glamour. Pero después de su partida, todo se volvió menos interesante y el instituto ya no pudo recaudar dinero como antes. En 1995, [le designer] Óscar [de la Renta] me pidió que interviniera. Nunca le decimos no a Oscar. Entonces acepté, sin saber en qué me estaba metiendo. »

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