En Pakistán, las aplicaciones de citas están revolucionando a los casamenteros

En Pakistán, las aplicaciones de citas están revolucionando a los casamenteros
En Pakistán, las aplicaciones de citas están revolucionando a los casamenteros
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Anteriormente, en Pakistán, donde los matrimonios concertados son la norma, los casamenteros recorrían las casas para recopilar información sobre posibles prometidos. Hoy en día, la nueva generación intenta tomar sus propias decisiones buscando el amor en línea.

Ezza Nawaz, de 30 años, y su marido Wassim Akhtar se encuentran entre el 18% de los paquistaníes que han celebrado un matrimonio por amor; el 80% restante son matrimonios concertados, según el instituto de encuestas Gallup & Gilani.

Estilista y diseñador gráfico en Lahore, la gran ciudad del este fronteriza con la India, se conocieron a través de la aplicación Muzz, la principal plataforma autorizada en el muy conservador país musulmán donde Tinder y Grindr fueron prohibidos en 2020 por “inmoralidad”.

“Cuando vi a mi colega feliz después de haber conocido a su marido en una solicitud, me dije: ‘Llevo cinco años probando casamenteras, intentémoslo'”, dice Muzz, Ezza Nawaz a la AFP.

“Nos tomamos nuestro tiempo”, dijo. Tres meses de reuniones y largas conversaciones antes de casarse, explica mientras se entretiene en la cocina donde los novios preparan juntos la comida del día.

Muzz ofrece una opción de “acompañante”, que envía mensajes intercambiados a un tutor legal. Suficiente para tranquilizar a los padres, acostumbrados a recurrir a casamenteras, para que sigan siendo legales en un país donde las relaciones sexuales fuera del matrimonio o la convivencia están sujetas a persecución.

Tanto es así que los creadores de la filial paquistaní de Muzz cuentan, en poco más de un año de existencia, con 1,2 millones de usuarios y 15.000 matrimonios ya celebrados en el país donde un tercio de los 240 millones de habitantes tienen menos de 20 años.

A pesar de todo, el tabú sigue siendo fuerte y Wassim Akhtar admite haber contado sólo a “personas que conocemos bien y que no nos juzgarán” cómo conoció a su esposa.

– “Pasiones por la cocina y la limpieza” –

Rida Fátima, de 29 años, ahora también está felizmente casada con un hombre que conoció durante un viaje.

Pero primero, para tranquilizar a su familia, aceptó registrarse con una casamentera tradicional.

Esta “tía rishta” –literalmente las tías de los sindicatos en urdu– le presentó a posibles prometidos, siempre acompañada de sus padres.

“Me pidió que no le dijera a la familia del joven que me gustaba el senderismo o la fotografía, más bien debería decir que mis pasiones eran cocinar y limpiar”, dijo a la AFP.

“Me cabreó: se atrevieron a comentar mi físico, mi trabajo, mis ingresos, mi familia (…) juzgan todo”, insiste.

Sobre todo, rápidamente tuvimos que hablar de dinero: “son acuerdos comerciales”, asegura Rida Fátima, con casamenteras que a veces exigen hasta 700 dólares por una cita concertada.

Un precio que puede dispararse si uno de los dos pretendientes tiene pasaporte extranjero, lo que es muy probable, ya que la diáspora paquistaní también recurre masivamente a los servicios de casamenteras.

Casamenteros que también intentan subirse al tren de la tecnología: en Rawalpindi, la gran ciudad popular a las puertas de Islamabad, o en Karachi, la capital económica del país, sus oficinas siempre están llenas.

Ante filas de empleados, sentadas frente a ordenadores, las familias enumeran las cualidades de su hija o de su hijo para alimentar bancos de perfiles con vistas a las reuniones.

– “Control” –

En Mouskan Ali, los “consultores” enseñan a las mujeres jóvenes a caminar, hablar y vestirse para adaptarse mejor a los deseos de sus futuros suegros.

Porque, asegura, “aunque el hombre sea calvo o tenga una gran barriga, quiere una esposa que parezca una modelo”.

Para Fauzia Aazam, responsable de una red de “tías rishta” en Rawalpindi, “la gente pierde el tiempo con las solicitudes”. “Hablar así toda la noche con dos personas, no me gusta”.

Lo que realmente importa para las familias es el “control” que podrán ejercer sobre las nueras que, a menudo, tendrán que instalarse en o cerca de la casa de la familia de su marido, explica Aisha Sarwari, autora feminista.

Y aunque los jóvenes quieran prescindir de su familia, “hay pocos lugares considerados respetables para citas románticas”, subraya Shazaf Haider, autor de varias novelas sobre el amor y las relaciones concertadas.

Aneela, pseudónimo porque se niega a ser identificada, admite que, por falta de lugares de encuentro en la realidad, recurrió a lo virtual, por el momento.

Porque, además del estigma, “en las candidaturas hay mentirosos”, afirma este artista digital, evocando, entre otras cosas, perfiles de hombres casados ​​que se dicen solteros.

Incluso ella, admite, utiliza “un nombre falso y una foto de perfil falsa” por miedo a toparse con conocidos que puedan juzgarla.

“Es realmente difícil… Al final, un matrimonio concertado suele ser la mejor opción”.

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