Facebook y mis expectativas pasadas de moda

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Facebook sigue teniendo un carácter joven, aunque ahora esté abandonado por jóvenes que no quieren encontrarse allí con sus padres.

En esta red social, inventada muchas de las creaciones míticas de América donde todo es posible, en un garaje o en una habitación de estudiantes, vemos a personas que no se conocían en absoluto desde el correo anterior, que empiezan a insultarse de forma paradójica. intimidad, después de unos pocos clics en “Enviar”. Esto se debe a que cada uno aprovecha todo lo que está al alcance de su identificación o notificación para manifestarse: aquí, una perorata; allí, una declaración de amor; en otros lugares, un réquiem. En Facebook, en definitiva, una transgresión fundamental, hacemos casi de todo menos seguir el viejo consejo de precaución de los padres de antes: “no hablamos con desconocidos”.

Esta red social fue la primera en simbolizar la aldea global “sin fronteras” de nuestro tiempo. Las tecnologías de la comunicación están creando una burbuja de conectividad absoluta y permanente entre cada punto del más pequeño territorio habitado por seres humanos. Hacemos “amigos” que son polos opuestos entre sí. “gustan” causas de todo el mundo. Descubrimos “suscriptores” de los que probablemente nunca sabremos nada más que un icono de pulgar hacia arriba.

Admito que sigo en una fase de espera. Como postura de precaución ante lo que seguirá siendo una gran incógnita y demasiado llena de sorpresas. ¿Cuántos de nosotros estaríamos ya en Facebook? En definitiva, ¿la mitad de la humanidad? Y todo este mundo, accesible gracias a la gracia de una conexión a Internet y la comodidad de los teléfonos modernos. El ex jesuita, informó a la revista Études, por lo demás inaccesible para él. El chico de una Isla Grande, siempre demasiado alejada de las principales corrientes de comunicación, que cambia su foto de perfil, en tiempo real, con los habitantes de una de las capitales de la aldea global. Un inuit sobre su témpano de hielo, un pigmeo de la selva ecuatorial y un aborigen contemplando la roca Uluru, cada representante de tres sociedades extremas, si no separadas, pueden encontrarse en “PM” (mensajería privada) en Facebook.

Hay algo fascinante ahí. Incluso para alguien mucho más joven que sus abuelos que tuvo que descubrir con la misma incredulidad la “magia” de una radio TSF o de un teléfono de baquelita. El avión no siempre ha sido accesible ni Internet tan democrático. Los viajes que formaron mi juventud se desarrollaron sobre páginas que aún no eran archivos PDF. En una universidad del tercer mundo, en los años 1980-1990, viejos números de 1970 de “El Mundo” eran eternamente relevantes. Sólo una generación después, el tiempo real impone su urgencia medida ahora en segundos de espiración.

Hijo de la vieja escuela, alimentado en la eterna gratitud por el invento de Gütenberg y escrupuloso en la perfecta exactitud de las referencias a los derechos de autor, no puedo acostumbrarme a ciertas fantasías de las redes sociales. Como crear una cuenta a nombre de otra persona. Como la práctica del pseudoanónimo. Como tomar prestadas las fotos de perfil de otras personas. Y eso, en última instancia, es lo que me trae aquí. Cuando las “noticias” me presentan mi propia foto con la pregunta ritual “¿sabes?”. Rescate de una gloria que yo mismo habría ignorado. Pero, en definitiva, en buena compañía, como estos cientos de cuentas con la imagen de Buda, Albert Einstein, Barack Obama… la Torre Eiffel o Manjakamiadana.

Nasolo-Valiavo Andriamihaja

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