Lim Oon Kuin, de 82 años, más conocido como OK Lim, fue condenado en mayo en uno de los casos de fraude financiero más graves que haya visto la ciudad-estado del sudeste asiático. El fiscal había solicitado 20 años de prisión contra el octogenario, argumentando que se trataba de “uno de los casos de fraude financiero más graves jamás perseguidos en Singapur”. Fue sentenciado el lunes a 17 años y medio de prisión.
La defensa del ex corredor había minimizado los hechos en un intento de obtener indulgencia del tribunal, alegando también su avanzada edad y su delicado estado de salud. El tribunal no aceptó el argumento de la precaria salud del acusado y explicó que el Servicio Penitenciario de Singapur disponía de servicios médicos adecuados.
El exempresario sigue en libertad, tras pagar la fianza, mientras sus abogados han indicado que quieren recurrir la sentencia ante el Tribunal Superior. Su empresa, Hin Leong Trading, estaba entre las empresas comercializadoras de petróleo más grandes de Asia hasta su repentino colapso en 2020.
La pandemia de Covid y la perturbación que provocó en el mercado del oro negro precipitaron el colapso de Hin Leong Trading, revelando sus dificultades financieras cuando Lim buscó ayuda de los tribunales para protegerse de sus acreedores.
En una declaración jurada consultada por la AFP en 2020, admitió que su empresa “en realidad (…) no había obtenido beneficios en los últimos años”, después de haber publicado, no obstante, un balance positivo en 2019.
También admitió haber ocultado pérdidas por valor de 800 millones de dólares y que su empresa debía cerca de cuatro mil millones a los bancos. OK Lim asumió la responsabilidad de ordenar que no se publicaran en sus cuentas las pérdidas de Hin Leong Trading.
El ex corredor se enfrentó a un total de 130 cargos penales que implicaban cientos de millones de dólares, pero fue procesado y juzgado por sólo tres cargos: dos por engañar al HSBC y un tercero por alentar a un ejecutivo de la empresa a falsificar documentos.
Según la acusación, OK Lim engañó a HSBC para que pagara casi 112 millones de dólares (106 millones de euros), alegando haber celebrado contratos de venta de petróleo con dos empresas.
Pero las transacciones eran, en realidad, “completas invenciones, inventadas según las instrucciones de los acusados”, según los fiscales de Singapur, que afirman que estas maniobras “empañaron la reputación de Singapur, ganada con tanto esfuerzo, como principal centro del comercio petrolero de Asia”.
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