Sylvain A. Lefèvre es doctor en ciencias políticas y profesor de la Universidad de Quebec en Montreal. Es coautor, con Anne Monier, del libro Filántropos en democracia (PUF, 2021).
¿Qué lugar cree que ocupan las élites exitosas de los mercados financieros en el vasto mundo de la filantropía?
En mi opinión, debemos distinguir la filantropía de estas personas muy ricas, a menudo asesoradas por abogados y expertos fiscales, de la evolución de las grandes fundaciones institucionales. Si los observamos desde el punto de vista de la riqueza que concentran, es cierto que estas personas ocupan el primer plano pero, en lo que respecta a su acción, ¿no mantienen el status quo en lugar de cambiar el mundo?
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Algunos fondos más modestos a veces desempeñan un papel fundamental para satisfacer necesidades reales, incluso si esta filantropía de clase media y pequeñas donaciones –alentadas por los Estados desde la Primera Guerra Mundial– están colapsando. El número de donantes disminuye, pero el volumen total de donaciones aumenta porque los grandes patrocinadores pagan sumas muy elevadas. Esta tendencia sólo sigue los niveles de desigualdad de riqueza.
¿Existe algún movimiento entre los más ricos que esté surgiendo frente a esta filantropía capitalista? MacKenzie Scott, por ejemplo, parece adoptar una estrategia más generosa.
De hecho, la ex esposa de Jeff Bezos opina lo contrario del “filantrocapitalismo”, que pretende gestionar y evaluar constantemente los grupos financiados y se basa en las herramientas del mercado. Es más bien parte de un movimiento que va ganando fuerza y que se inspira en las fundaciones alternativas de los años 1970, creadas entonces por herederos rebeldes para apoyar causas como las de los Panteras Negras o los movimientos feministas. Se trata de dar sin restricciones, dejando el poder a los grupos financiados.
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Hoy, una “filantropía de la confianza” hace campaña para poner fin a la evaluación basada en indicadores cuantitativos. Reúne fundaciones clásicas que hablan más de justicia y menos de caridad, como la Fundación Ford. Desde la elección de Donald Trump, este último ha sido clasificado más a la izquierda porque apoyaba el movimiento Black Lives Matter. Esta tendencia también atrae a personalidades más atípicas como Marlene Engelhorn, la heredera austriaca del grupo químico BASF, que creó una especie de mini convención ciudadana con personas elegidas al azar para redistribuir su riqueza.
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