Aon la reelección de Donald Trump, 47mi Presidente de los Estados Unidos, la democracia ha dado a luz a uno de sus retoños que casi podría hacernos dudar de su validez. El significado que se le debe dar al retorno al poder del trumpismo varía según la grilla política de cada quien. En la derecha, marca el triunfo del sentido común popular, impulsado por la necesidad de satisfacer las necesidades básicas (alimentación, vivienda), expresando el rechazo de las elites intelectuales y mediáticas. En la izquierda, señala la “estupidez sistémica” de las masas engañadas por un showman jactancioso y votando en contra de su afiliación racial y de clase. En la derecha leeremos con satisfacción el rechazo al “wokismo”; en la izquierda veremos con angustia la negación de la decencia colectiva.
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Sin embargo, los resultados pueden analizarse a la luz de factores más objetivos: la racialización de la sociedad estadounidense (el 91% de las mujeres negras votaron por Kamala Harris; el 60% de los hombres blancos por Trump); la deculturación del electorado conservador (los votantes republicanos sin educación superior son tres veces más numerosos que los demócratas); el izquierdismo de la base demócrata (12 millones de votos para Biden en 2020 no alcanzaron los de Harris en 2024, debido a un apoyo considerado inequívoco a Israel y a la ausencia de proyectos ecológicos y cívicos); el fracaso de la campaña demasiado corta del vicepresidente saliente; la política de tierra arrasada de Trump (bloqueo del voto sobre inmigración), que supo capitalizar el descontento de una población que tuvo que afrontar una inflación del 20% en cuatro años; la proliferación de desinformación difundida a menudo por la red social X, anteriormente Twitter, propiedad de Elon Musk, que hizo campaña por Donald Trump.
Legitimación por la victoria
Estas explicaciones sociológicas, económicas o comunicacionales, sin embargo, ocultan lo esencial. La elección de Trump se encuadra en el marco histórico de lo que Nietzsche llamó la “nihilismo”definido por el surgimiento del resentimiento como pasión colectiva suprema. Al impugnar los resultados de las elecciones de 2020, Trump ha hecho de la votación de 2024 un instrumento de venganza. La adhesión de las estrellas del cine y la canción a Harris reforzó aún más el deseo de castigar a las “élites”. Ingenuamente nos preguntamos por qué tanta gente votó por Trump, cuando él representa un personaje egoísta, racista, misógino, megalómano, etc. Esto demuestra que realmente no lo entendíamos: lo que a la gente le gustaba de Trump era precisamente que no era en modo alguno un modelo.
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