La versión familiar del Volkswagen ID.7 devuelve el brillo a una especie de automóvil en peligro de extinción. Denominado Tourer, siguiendo la tradición de la casa, este coche va a contracorriente del continuo auge de los SUV que satura el mercado. Incluso más que sus homólogos térmicos, los coches eléctricos han sido devorados por estos falsos 4×4, cuya arquitectura ofrece algunas ventajas. Volumen para alojar baterías entre ejes, rentabilidad superior a cualquier otro modelo y adaptación a las preferencias de una clientela amable, que evidentemente aún no se cansa de los vehículos elevados. Este último argumento, sin embargo, está empezando a perder relevancia.
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Si la supremacía del SUV –un género automovilístico hoy mayoritario entre las ventas de coches nuevos– se basa ciertamente en el apetito de los compradores (y compradores), también es resultado de la desaparición de otros tipos de carrocería. Obsesionados con los coches altos y cuadrados, los fabricantes han abandonado las camionetas, pero también los cupés, descapotables y monovolúmenes. Incluso están empezando a descuidar los sedanes. A falta de una solución alternativa, los compradores que buscan un coche familiar a veces no tienen otra solución que optar por un SUV. Por lo tanto, deberíamos alegrarnos de que Volkswagen comience a comercializar un familiar basado en el ID.7, una gran berlina eléctrica con un estilo algo poco atractivo que se ofrece aquí en una versión más elegante.
Homólogo eléctrico del familiar Passat y competidor del BMW i5 Touring, el ID.7 Tourer, diseñado sobre una plataforma específicamente eléctrica, forma parte de la gran tradición del familiar familiar. Diseñado con buena sobriedad, y aunque su perfil no es todo lo esbelto que nos hubiera gustado (fue necesario alojar las enormes baterías bajo el habitáculo y habilitar un gran maletero de 605 litros), a este Volkswagen no le falta ritmo. Como la mayoría de los modelos “premium” diseñados al otro lado del Rin, al ID.7 Tourer apenas le preocupa su masa, que descaradamente alcanza un máximo de 2,2 toneladas. La culpa la tiene una batería NMC (níquel-manganeso-cobalto), cuya capacidad alcanza a elegir entre 77 u 86 kilovatios hora (kWh), lo que permite una autonomía envidiable de, según el fabricante, hasta 690 kilómetros.
Tamaño para uso familiar.
No tiene sentido discutir sobre el interés de cargar el barco lastrando el coche con media tonelada de acumuladores -lo que contribuye, de este modo, a incrementar los precios, que parten de 58.990 euros-, mientras la red de alta potencia Las terminales se han vuelto considerablemente más densas, especialmente en Francia, donde hay más de 11.000 puntos de recarga de más de 150 kilovatios. Todos los fabricantes esgrimen el mismo argumento: para tranquilizar al cliente, es necesario incorporar baterías de gran tamaño. Lástima que, tras unos meses de práctica, el nuevo electromovilista se dé cuenta de que la potencia de carga de su coche y la densidad de las terminales públicas importan tanto, o incluso más, que la autonomía.
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