Inusual: cuando los empleados se insultan en el trabajo

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La creatividad de empleados y empresarios en materia de insulto impregna toda la jurisprudencia social. No siempre te despiden por resbalar, pero ten cuidado de todos modos, es un juego peligroso.

Foto: ©AdobeStock/Studio Romántico

La regla de principio no es sorprendente: los apodos insultantes están prohibidos y ciertamente constituyen motivo de despido. Ejemplo, la serie “Pedazo de mierda, hipócrita, mentirosa, impotente, impotente, sin huevos, cariñosa, habladora una vieja…” dirigida al jefe.[1] (sí, lo mismo) justifica el despido! destino judicial[2] Idéntico el que le pone a su colega los siguientes apodos “pendejo, escoria, el otro vomita” o el que califica a su superior de “gordo idiota”[3]. O finalmente, incluso en forma de invitación, en este caso “invitación a irse a la mierda”, el insulto dirigido a su jefe justifica el despido.[4].

Las entradas sutiles o creativas a menudo son castigadas

¿Qué pasa con los empleados o jefes que piensan que están limitando los riesgos al tratar de ser sutiles? Bueno, ellos también pierden, la mayor parte del tiempo. Así, despidieron al desagradable empleado que, la semana de Navidad, envió un mensaje a su colega para decirle que volviera a trabajar urgentemente porque “no podemos hacer la guardería sin el burro”.[5]. Por parte del jefe, la sutileza no protege contra el acoso moral, como descubrió el empresario infractor que había ofrecido a un empleado que regresaba de su baja por enfermedad: un radio despertador y El enfermo imaginario por Molière[6].

Ponerle a tu superior el apodo de “pequeño idiota” también justifica el despido[7] aunque algunos puedan pensar que es “lindo”. La creatividad a la hora de insultar tampoco protege contra el despido, como descubrió la empleada de Versailles que respondió “Ve a pintarte el ano de color rosa neón”. Estamos cansados ​​de hacer tu trabajo. No obtuvimos un aumento por masturbarnos intensamente”[8]. Por el contrario, los calificativos no insultantes no bastan para justificar el despido del empleado, por ejemplo el de “pitbull” lanzado públicamente a la cara de un colega.[9].

Se permite lenguaje grosero y no ofensivo.

Señalemos que el uso de términos crudos, siempre que no se dirijan directamente al interlocutor, está ampliamente aceptado. Como afirma claramente el Tribunal de Apelación de Douai, responder a su superior diciéndole que le está “enfadando” y que “le está cabreando” es “ciertamente inapropiado y poco respetuoso, pero no constituye necesariamente un insulto en el sentido literal del término”. término “[10].

Respuestas a provocaciones ampliamente aceptadas

El carácter ilícito del insulto se evalúa caso por caso, como hizo el Tribunal de Apelación de Rouen.[11] al considerar abusivo el despido de una empleada que llamó a su jefe “un montón de mierda”, ya que la despreciaba abiertamente. Así, los ataques sutiles pueden ser ilícitos cuando son infundados, mientras que los insultos que son más que basura no siempre lo son: responder a una provocación de tu jefe “¡Si tienes huevos, despídeme, hijo de puta!” ”, ¡no es causa válida de despido![12]

El Tribunal de Apelación de Aix-en-Provence[13] Así coincidió con el empleado quien, tras enterarse de que un colega había informado a la dirección que había abandonado la empresa a las 16.15 horas cuando la hora oficial son las 16.30 horas (…), reaccionó yendo a ver al “colega” en cuestión. para calificarlo de “soplón, mamón, soplón, mierda” al que “mea en la cara o en el culo” (la terminología difiere entre la redacción de la carta de despido y la de la sentencia -culo siendo usado por el empleador y desestimado por el Tribunal). Tras estos insultos, la dirección lo despidió. Despido que el Tribunal anuló al considerar que el delatar a la víctima fue una provocación a la que los insultos fueron una respuesta. No omitamos el último criterio retenido por el Tribunal para perdonar este hecho único en la carrera de un empleado: “hábitos lingüísticos en un taller industrial”…

El caso especial de las “empresas fastidiosas”

Esta apertura pretoriana al insulto defensivo en un entorno habitualmente crudo, en este caso un taller industrial, se produce tras la sentencia pionera del Tribunal de Apelación de Rennes que, en 2007, anuló el despido de un empleado que calificaba a sus directores de “imbéciles, pendejos y pendejos”, alegando que no eran más que “la expresión de una irritación pasajera entre dos profesionales del transporte”. En definitiva, camioneros.

Y si la anulación de la sentencia del Tribunal de Casación pareció sancionar esta apreciación, se basó principalmente en el hecho de que el empleado se había mostrado al borde de la violencia física…

Buenas noches !

Rafael Costa

[1] Tribunal de Apelación de Limoges, 7 de febrero de 2006, núm. 2006-294825.

[2] Tribunal de Apelación de París, 29 de abril de 2014, n.º 12/00758.

[3] Tribunal de Apelación de Toulouse, 30 de noviembre de 2007, n° 06/02955.

[4] Tribunal de Apelación de Aix-en-Provence, 7 de diciembre de 2012.

[5] Tribunal de Apelación de Caen, 13 de enero de 2017, n.º 15/01637.

[6] Tribunal de Apelación de Montpellier, 28 de mayo de 2008, n° 08/00005.

[7] Tribunal de Apelación de París, 28 de enero de 2014, n.º 11/10821.

[8] Tribunal de Apelación de Versalles, 17 de diciembre de 2015, n.º 14/01586.

[9] Corte de Casación, sala de lo social, 13 de febrero de 2013, núm. 11-25.673.

[10] 21 de diciembre de 2007, No. 07/137.

[11] 25 de junio de 2002, n° 2002-191660.

[12] Tribunal de Apelación de Toulouse, 14 de noviembre de 2007, n° 06/03651.

[13] 10 de febrero de 2017, N° 15/04736.

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