En un escalofriante thriller sociológico, Le prophète rouge (La Découverte), la investigadora Julie Pagis cuenta cómo una microcomunidad maoísta parisina cayó, durante diez años, bajo la influencia sectaria de Fernando: un autócrata carismático, destructor de individuos. La disección de un mecanismo totalitario sacrificial en nombre de un futuro encantado que todavía sigue en funcionamiento.
No crean que, en nuestras sociedades democráticas, los excesos totalitarios político-religiosos son una invención exclusiva de los yihadistas y otros locos del Templo Solar. En un extraordinario libro de investigación, un verdadero thriller sociológico, El profeta rojoTan sorprendente e impresionante como deprimente, la socióloga Julie Pagis reconstruye la historia de una pequeña comunidad maoísta –un núcleo duro de siete parejas– que, entre 1971 y 1980, se encerrará en un infierno degradante y asesino de la libertad mientras cree que se acerca a la redención revolucionaria.
Estas siete parejas se someterán voluntariamente a un lavado de cerebro cotidiano, a una autocrítica permanente, a humillaciones íntimas, a permutaciones de roles, verdugos y luego víctimas, guardias rojos y luego enemigos del pueblo, sospechosos y luego “soplones” o fiscales, durante mini procesos estalinistas dignos de los montados en la URSS estalinista y en China durante la Revolución Cultural a partir de 1965…
Diversos orígenes
Los orígenes de estos jóvenes son diversos. No hay que pensar que sean simples o incultos. Al contrario, son inteligentes. Sienten curiosidad por otro mundo más justo, más solidario. Todos dejarán una montaña de testimonios, informes políticos, autocríticas, actas de “procesos” internos redactados regularmente durante su encierro mental militante.
Patrice es el heredero de una gran familia del Norte y estudiante de la Escuela Central, Christine trabaja en una revista de filosofía del CNRS, Myriam es estudiante de etnología, Michel es un brillante semiólogo al que acaban de ofrecer una beca de tesis en Urbino, Italia. Sólo Gérard, Lucette y Anita proceden de la clase obrera. Todos ellos dejarán una montaña de testimonios, informes políticos, autocríticas, actas de «procesos» internos escritos regularmente durante su encierro mental militante. ¿Acaso Mao no había ordenado escribir? ¡Y volver a escribir!
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Sólo uno de los miembros era ya activista maoísta.[…]
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