La extrema derecha en gran racha

La extrema derecha en gran racha
La extrema derecha en gran racha
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El avance de la extrema derecha durante las últimas elecciones europeas, más particularmente en Francia, no augura nada bueno. Aunque sus victorias no fueron tan grandes como se había predicho, el movimiento estaba creciendo en popularidad y profundidad. Mirar hacia el futuro no nos permite ser optimistas: la extrema derecha podría ganar otras elecciones y constituirse en un obstáculo para la democracia.

Imaginemos lo peor. Las elecciones legislativas en Francia, convocadas por Emmanuel Macron, las gana la Agrupación Nacional, que tiene mayoría en la Asamblea Nacional. En Estados Unidos, como indican las encuestas, Donald Trump toma el poder y establece el gobierno más radicalmente derechista de la historia de Estados Unidos. En Canadá, el “sentido común” de Pierre Poilievre prevalecerá en las próximas elecciones: elegido, privatiza, aplica severas medidas de austeridad y desmantela lo que se había puesto en marcha para reducir el calentamiento global, como el impuesto al carbono.

Trump está volviendo la economía estadounidense sobre sí misma y apoyando a regímenes autoritarios, entre otros el de Rusia, que poco a poco va ganando su guerra contra Ucrania y tomando posesión de este territorio. Se alienta a Israel a oprimir aún más al pueblo palestino, mientras que China finalmente encuentra la oportunidad adecuada para enviar sus tropas a Taiwán, que se encontrará aislada en su batalla contra su poderoso invasor. Los países liderados por regímenes autoritarios y de extrema derecha forman una nueva Internacional que se caracteriza por políticas belicosas, por un control extremo de los medios de comunicación y de las poblaciones, facilitado por la inteligencia artificial.

En los países occidentales, que se han desplazado hacia la extrema derecha, los extranjeros, los derechos de las minorías y de las mujeres están siendo atacados en un clima de odio y represión. La protección del medio ambiente ya no es una prioridad y el calentamiento global se está acelerando significativamente. Los vehículos con motor térmico están recuperando su lugar y la explotación de hidrocarburos experimenta una nueva expansión. Si restringimos la capacidad de movimiento de los individuos, especialmente los más pobres, el capital se mueve libremente y la reducción de impuestos para los ricos acentúa aún más las brechas entre los ciudadanos más ricos y el resto de la población. Los libertarios tienen el oído de los poderes fácticos.

Este escenario digno de una distopía, que habría parecido muy improbable hace unos años, de hecho se está desarrollando gradualmente. Como si una parte importante de la humanidad tuviera que vivir, voluntariamente o por la fuerza, su gran momento de sometimiento a la extrema derecha, y ello, con el significativo acuerdo de un gran número de ciudadanos en varios países democráticos.

Es difícil pensar en todo esto sin hundirse en un pesimismo desmovilizador, sin perder una esperanza necesaria para seguir cambiando las cosas para mejor. Necesitamos escuchar voces dentro de nosotros que nos susurren, con mayor o menos convicción, algunas verdades que debemos recordar.

Que la gente se está recuperando de la extrema derecha, como en Brasil o Polonia, mientras que se han observado descensos en India, Hungría y Suecia. Que la extrema derecha ya no se parece a lo que era, que se ha calmado, reorientado, que ha relegado a la historia la tortura, las ejecuciones y su culto a la violencia (aunque lamentablemente no sea así en todos los países). Ese cambio democrático llegará a su fin, en un proceso quizás largo, cuando hayamos sufrido las consecuencias de nuestras decisiones dañinas. Que la humanidad ha avanzado tanto, en el ámbito del derecho, de la educación, de la salud, del acceso a la cultura, en la adquisición del bienestar material, que tal vez ya no acepte ciertas regresiones.

Nos decimos a nosotros mismos que la historia no es un camino lineal hacia el progreso, que el progreso a menudo se intercala con caídas espectaculares, como las dos guerras mundiales. Pero a la espera de que todo se recupere, si es que lo hace, las regresiones son difíciles de aceptar. Y esto, tanto en términos de convivencia como de medio ambiente.

No todo ha terminado, por supuesto. Es posible que las poblaciones decidan lo contrario, más específicamente en Estados Unidos, con el efecto dominó (en una dirección u otra) que resultará. Contra la extrema derecha, sobre todo, necesitamos instituciones sólidas, un movimiento social fuerte, medios de comunicación independientes, buenas políticas sociales, una economía que se mantenga y una buena distribución de la riqueza.

Todo esto parece adquirido en Quebec (a pesar de ciertos altibajos inevitables), donde, además, no existe un verdadero partido de extrema derecha. Pero el viento helado que sopla en todo el mundo es motivo de preocupación: ¿cuánto tiempo más podremos resistir?

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