Cuando el otro día me quejé amargamente de ‘Mufasa’ en redes sociales, me dieron una respuesta tan descorazonadora como real: es algo para aparcar a los niños dos horas en Navidad y para pasar el rato. Hace años, el estreno Disney de estas fechas era un evento social, la gran apuesta de la temporada, una historia original con canciones trabajadas y pegadizas que presentaba nuevos mundos, personajes, canciones y narrativas. Ahora, todo lo que queda son franquicias, secuelas, remakes y contenido para alimentar a un público amodorrado que se conforma -cuando no desea- más de lo mismo de manera continua para “no malgastar el dinero de la entrada”. Sin darse cuenta de que al pasar por el aro de la vagancia más absoluta, ya lo están haciendo.
No voy a ser rey león
Ahora mismo tiene que haber centenares de nuevas ideas de los jóvenes creativos de Disney descansando en el despacho de Bob Iger. Estoy seguro de que entre ellas están las nuevas ‘Lilo y Stitch’, ‘La Sirenita’ o ‘La bella y la bestia’, historias originales, entrañables, divertidas, listas para tener una banda sonora creada por alguien apasionado por la historia y repleta de éxitos pegadizos. Y en su lugar, ¿qué es lo que tenemos? Remakes de las películas clásicas, pero ahora con actores reales y CGI, secuelas tardías, precuelas que responden a preguntas que nadie ha hecho. Después del fracaso de ‘Wish’ y ‘Mundo extraño’, la empresa del ratón ha entrado en un tristísimo y temeroso letargo del que puede salir cuando quiera. El problema es… que no quiere.
Echemos un vistazo a lo que nos espera el año que viene en cines, teniendo en cuenta todas las ramas de Disney. Seis secuelas (‘Zootrópolis 2’, ‘Avatar: Fuego y ceniza’, ‘Freakier Friday’, ‘Tron: Ares’, ‘Predator: Badlands’ y ‘Capitán América: Brave new world’), dos remakes en acción real (‘Blancanieves’ y ‘Lilo y Stitch’), dos nuevas adaptaciones Marvel (‘Thunderbolts’ y ‘Los cuatro fantásticos’) y ¡una! película original (‘Elio’). Y el año siguiente no mejora la cosa, con ‘Toy Story 5’, la versión en imagen real de ‘Vaiana’ y ‘The mandalorian & Grogu’ encabezando la lista. Por supuesto que tiene un éxito más o menos continuo, pero los mitos hay que renovarlos de vez en cuando.
Ante esta avalancha de nostalgia intergeneracional y de franquicias constantes, no hay una reacción aparente (dentro del propio estudio) que traiga originalidad y nuevos personajes. Todos los proyectos “novedosos” que salen adelante están dentro de otros universos ya establecidos. Hay miedo, terror, absoluto pánico al fracaso, así que Disney, como tantas otras empresas (esto no es un mal endémico de un solo estudio, al fin y al cabo), ha decidido tirar por lo seguro. Hasta que deje de serlo, al menos, y sin importar que lleguemos a unos límites de ridículo espantosos. Y creo que no hay prueba mejor de que un cambio de ciclo es ya necesario que ‘Mufasa’.
No existe Mufasa
Nadie quiere ver ‘Mufasa’. Otra cosa es que vayan al cine y paguen la entrada porque “es lo que toca ver”“hay que contentar a los niños” o cualquier otra excusa barata. ‘El rey león’ en CGI (“en imagen real”, como nos quieren hacer creer) fue un exitazo absoluto e indudable, pero no dejó ningún tipo de poso ni sustituyó de ninguna de las maneras a la original en el recuerdo del público. Cuando piensas en Simba, ni los coetáneos a la cinta de 2019 piensan en el león fotorrealista, sino en el de dibujos animados, más expresivo, más cartoon y paradójicamente, más real. Porque ya no entramos en si ‘Mufasa’ es buena o no: es, de manera muy consciente, contenido. Y quizá Barry Jenkins ha sido el último en enterarse.
Disney, como tantas otras empresas, ha pisado el acelerador en la creación de contenido hecho sin ilusión ni motivo para contentar a las masas que necesitan productos que deglutir fácilmente para sentirse en su zona de confort. Si puedo sentar a mi hijo durante dos horas, me da lo mismo que sea ante un producto hecho por un algoritmo con el mismo arte y emoción que pondría una apisonadora de carreteras que ante una película creada y luchada por alguien con visión personal que realmente tiene algo que contar. El resultado es el mismo, el niño se queda embobado. Qué más da lo que tenga delante, ¿no?
No merece la pena extenderse en ‘Mufasa’, que, a base de canciones poco pegadizas de un Lin-Manuel Miranda que parece su versión de marca blanca, es el equivalente a mover unas llaves delante de un bebé: se mueven cosas, hacen ruido y jamás te acordarás durante un segundo de tu vida de lo que has visto. Nada importa, no hay una gran revelación, las consecuencias ya se conocen y los personajes son de una unidimensionalidad casi dolorosa viniendo de donde venimos. Es un ejercicio de sinvergonzonería sin complejos, un tornillo más hecho en masa, un churro que ha caído en la freidora y sabrá a lo mismo que el anterior: a nada. Igual que ‘Vaiana 2’, que el ‘Pinocho’ de Tom Hanks, que ‘The Marvels’. Contenido a paladas para comensales poco exigentes con muchos billetes en el bolsillo.
Viendo los primeros resultados en taquilla de ‘Mufasa’, parece que esta vez la jugada no les ha salido tan bien como esperaban. Ese presupuesto de 200 millones podría haberse gastado en hacer una película de animación creada desde las entrañasque emocionara a un nuevo público, que vendiera más juguetes (hay que pensar también en la mercadotecnia, claro), que creara nuevos recuerdos imborrables. Por muy criticadas que sean películas como ‘Elemental’ o ‘Soul’, al menos eran cintas originales y no trataban al público como una masa uniforme y despojada de criterio que quiere tragarse la historia que saque una inteligencia artificial cualquiera siempre que esté protagonizada por personajes ya establecidos.
Viendo el top 20 de taquilla mundial (excluyendo éxitos chinos, ojo), la perspectiva da la razón a Disney. De hecho, tan solo se cuelan cuatro películas que no sean secuelas o precuelasy pertenecen a franquicias preestablecidas: ‘Wicked’, ‘Romper el círculo’, ‘Robot salvaje’ y ‘Garfield: la película’. Hay que irse hasta el puesto 22 para encontrar la primera película original de la lista, ‘Amigos imaginarios’. Y mientras la ley del mínimo esfuerzo (lease ‘Vaiana 2’) siga bañando en billetes a los estudios, no parece que vayan a tener ninguna intención de cambiar el rumbo. Eso sí: algún día, tarde o temprano, sufrirán las consecuencias. Es inevitable que las nuevas generaciones exijan nuevas franquicias que no sean las de sus padres. Y ese día quizá se hayan olvidado, con el timón oxidado, de cómo variar el rumbo en medio de la tormenta.
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