“Bosquimano”: espejo roto

“Bosquimano”: espejo roto
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Es raro, ¿no?, esta impresión de no haber visto nunca lo que nos dan a mirar, bueno, esa es la impresión que tuve frente a Campesino australiano, una película estadounidense de 1970 que llegó por primera vez a las salas francesas. Después de una tarjeta negra que anuncia el título, la película muestra en un montaje apretado y rápido, a un hombre de espaldas caminando por un camino balanceando sobre su cabeza lo que terminamos determinando que son sus zapatos, alternándose con imágenes de aldeanos en el monte, mientras resuena una banda sonora que combina la música tradicional africana con una fuga occidental clásica. En poco tiempo Campesino australiano provoca y al mismo tiempo confunde a su personaje, este hombre del monte, tal es el significado del título en inglés, que camina por una carretera de San Francisco, rápidamente hecho autostop por un hippie motorizado cuyo vehículo bien podría ser un taxi urbano.

Él es Gabriel, es el héroe de una película de David Schickele, entonces uno de los más fervientes representantes del cine directo, este movimiento que pretendía, en los años 70, mostrar la verdad a través del artificio, obtener lo espontáneo mediante la puesta en escena, una tipo de proceso anteriormente reivindicado por los defensores franceses de lo que entonces se llamaba cinema vérité, uno de cuyos grandes teóricos fue Jean Rouch. Gabriel es, por tanto, un personaje, pero que tiene muchos rasgos del actor que lo interpreta, Paul Eyam Nzye Okpokam, recién llegado a Estados Unidos procedente de su Nigeria natal, donde azota la guerra civil, y que vino a enseñar literatura americana en la ‘ Universidad. Schickele lo filma en una serie de secuencias de estatus indeterminado, entre el sketch cómico, la entrevista documental, el romance de la Nueva Ola, la viñeta onírica. Lo vemos así separarse de una joven americana cercana a los círculos revolucionarios negros, encontrarse con otra, blanca, a la que le parece maravilloso no haber sido todavía pervertido por la cultura americana, irse de vacaciones con un grupo de intelectuales blancos a las montañas, pero también en secuencias mucho más extrañas y con un estatus completamente curioso: este momento, por ejemplo, en el que se encuentra en casa de un extraño dandy con kimono que se insinúa hacia él. intercalado con planos fijos donde lo vemos sentado frente a la cámara contando su juventud en una Nigeria recién independizada, y estas imágenes de archivo que evocan su país de origen.

Imágenes difractadas

Muchos con motivo de este reestreno presentan la película como un espejo de la América de la época. Es obvio el gesto político que enfrenta a un africano con un país que acaba de enterrar a Martin Luther King y a Bobby Kennedy, pero yo diría que el efecto espejo es más complicado que eso, precisamente porque Gabriel es africano, y no es africano. Americano. Es como si la película introdujera en una dinámica política ya explosiva a un tercero que lo hace todo más complejo: un hombre negro pero no negro como los demás, y que mira de otra manera la cuestión racista en Estados Unidos. Hay un pasaje muy bonito al comienzo de la película: Gabriel siguió a su novia negra a un bar. Lo vemos mirarla mucho, luego miramos un cartel publicitario colgado en la pared en el que posa una mujer negra de aspecto totalmente occidentalizado: peinado impecable, sonrisa de estrella. Hay una especie de vértigo en las representaciones, en las que la mirada del espectador se mezcla.

Entonces Campesino australiano es un espejo pegado a otros espejos, que multiplica las imágenes, difracta completamente la realidad, es una película llena de rupturas, llena también de puntos ciegos, desde este punto de vista no es especialmente optimista, y además, no soy Revelándolo todo porque hay un punto de inflexión espectacular a dos tercios de la película, la trayectoria del personaje/actor es terrible. Es una película que parece representar cosas que nos sabemos de memoria, que la literatura, el cine y el pensamiento contemporáneo han tratado y vuelto a tratar desde, y sobre todo en los últimos tiempos, la cuestión racista, la cuestión decolonial: lo hizo hace cuarenta años. con sorprendente sutileza.

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